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La otra historia

— Hugo Sánchez

VIERNES 05 DE JUNIO DE 2020

En el calendario futbolístico argentino el mes de junio se transforma en una especie de Olimpo en el que veneramos a todos nuestros dioses del balompié que nos hicieron sentir en nuestra piel y nuestro corazón la grata sensación de sentirnos campeones del mundo. 1978 y 1986 están marcados a puro fuego futbolero por la fuerza arrolladora de Mario Kempes y la suprema genialidad de Diego Maradona. Junto a ellos sus adláteres con Menotti y Bilardo como guías primordiales, que supieron transitar el camino a la victoria final.

Ahora, ese escape a la victoria tuvo matices diferentes. Uno, el del '78, envuelto en una sinrazón elocuente producida por un gobierno dictatorial que de alguna manera mancilló la gran conquista. El otro, el del '86, con una normalidad, a veces sacudida por los propios avatares que el fútbol depara, pero con un trayecto limpio sin la mácula del oprobio que un gobierno puede desatar.

Me voy a referir al Mundial '78. Porque me tocó en suerte periodística cubrir la sede Buenos Aires para mi querida LT9, que integraba una Cadena de Radios del Interior del país. Lejos estábamos aún de un desarrollo tecnólogico como el actual. Todo era más artesanal para realizar las coberturas. El grabador era el elemento primordial para retener los momentos importantes, que luego eran proyectados a través de un teléfono fijo. La información no tenía la instantaneidad que hoy percibimos en todos los estamentos periodísticos. Pero el alma y la vocación superaban cualquier tipo de obstáculo y el trabajo se cumplía sin inconvenientes, dentro de una organización que intentaba mostrar al mundo que los argentinos éramos "Derechos y Humanos".

A medida que transcurría el torneo, nos fuimos dando cuenta que la propaganda desplegada por el Gobierno Militar tenía un correlato indudablemente diferente a lo que nosotros suponíamos pasaba en esos días de gran argentinidad. Los periodistas enviados de otros países, especialmente los europeos, nos indagaban sobre lo que ellos conocían de lo que verdaderamente ocurría en nuestro país. Y nosotros no teníamos las respuestas que podían aclararle tan preciado interés. Es que realmente teníamos los oídos tapados y los ojos vendados por una dictadura que justamente utilizaba el Mundial para tratar de lavar sus atrocidades.

Las Madres de Plaza de Mayo aprovecharon su oportunidad para hacer saber al mundo periodístico extranjero que sus hijos estaban desaparecidos y que existía una maquinaria de muertes y torturas que azotaba sin piedad a muchos compatriotas, supuestamente en aras de una Argentina "pacífica y económicamente solvente".

Como siempre ha ocurrido, los medios hegemónicos estaban al servicio de los intereses de la dictadura, que en definitiva eran sus propios intereses. La gran mayoría de los periodistas argentinos no conocíamos que en la gran Capital (Bs. As.), sede principal de la magna contienda, existían corredores de la muerte y que a tres cuadras del escenario principal, la cancha de River, se había montado el más grande lugar de detención y tortura, donde muchos argentinos sufrían las consecuencias del maltrato. (La tristemente célebre ESMA, hoy un Museo de Recordación de las víctimas). 

Los mecanismos propagandísticos siempre estuvieron presentes durante el Mundial. Como la carta fraguada que la revista El Gráfico publicó con la firma apócrifa de Krol, defensor holandés, en la cual le expresaba a su hija que Argentina era una hermosa tierra de paz , libertad y confraternidad. Burda forma de impunidad. Krol aclaró que nunca había escrito esa carta. Derrumbe de una vil e intencionada mentira.

Como un boomerang del destino, los hombres de prensa del exterior nos informaban y nos ponían al tanto de lo que ocurría en nuestra bendita Argentina.

De cualquier manera estábamos enfocados en lo que el fútbol nos deparaba. En la cancha, los jugadores argentinos, también ajenos al conocimiento de la dura realidad que se vivía, mostraban ser un equipo con posibilidades de lograr lo que al final obtuvieron. Es bueno aclarar que lo que logró el seleccionado dirigido por Menotti y comandado en el rectángulo de juego por el "Matador" Kempes , fue auténtico, más allá de la polémica instalada luego del amplio resultado obtenido ante Perú. Fue un equipo asociado y dúctil, que sobrellevó los momentos complicados y mostró su mejor versión justamente en el partido final ante Holanda, dejando sentado que fue la selección más íntegra del torneo. Si bien el triunfo lo obtuvo en tiempos de una dictadura que trató de aprovechar la coyuntura, ese equipo no tuvo nada que ver con los dictados dictatoriales. Muy por el contrario, mostró aires de libertad futbolística absoluta, para conseguir el objetivo. Y la marca deportiva quedará indeleble para siempre. 

Parafraseando al gran Diego, en esa oportunidad la pelota tampoco se manchó. 

Del '86 hablaremos más adelante.


*El autor es el Jefe de Deportes de LT9.

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