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Francisco celebró el Viernes Santo en la Basílica de San Pedro

El papa Francisco presidió esta tarde de Viernes Santo, la celebración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro. En este día en el que la Iglesia recuerda la muerte de Cristo en la Cruz, no se celebra misa, único día del año. La celebración litúrgica incluye una celebración de la Palabra, la lectura de la Pasión según el Evangelio de San Juan, la adoración de la Cruz y concluye con la comunión eucarística. Es una celebración sencilla, sobria, sin música ni ornamentos y centrada en la muerte de Jesús.
VIERNES 30 DE MARZO DE 2018

El papa Francisco presidió esta tarde de Viernes Santo, la celebración de la Pasión del Señor, en la Basílica de San Pedro. En este día en el que la Iglesia recuerda la muerte de Cristo en la Cruz, no se celebra misa, único día del año. 

La celebración litúrgica incluye una celebración de la Palabra, la lectura de la Pasión según el Evangelio de San Juan, la adoración de la Cruz y concluye con la comunión eucarística. Es una celebración sencilla, sobria, sin música ni ornamentos y centrada en la muerte de Jesús. 

Antes del comienzo de la ceremonia, los celebrantes se postran en el suelo, ante el altar. Es un símbolo de cómo la humanidad implora perdón por sus pecados. Así lo hizo el papa Francisco, vestido de púrpura en recuerdo de la sangre de Jesús derramada en el Calvario. 

El Santo Padre, postrado en el suelo, oró durante unos minutos junto a todos los fieles arrodillados presentes en la basílica. Después de ese instante de oración silenciosa, el pontífice, con la ayuda de los ceremonieros, se puso de nuevo en pie y se procedió a la proclamación de la Palabra. 

La homilía la realizó el sacerdote capuchino, padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia quien señaló que “Cristo en la cruz era el nuevo templo de Dios, de cuyo costado, como había predicho el profeta Ezequiel, brota el agua de la vida”. 

Reflexionando sobre el significado más intrínseco de la cruz de Cristo, y de la omnipresencia del Crucificado en nuestras iglesias, en los altares y en cualquier lugar frecuentado por cristianos; el padre Cantalamessa propuso dos claves de lectura para este misterio cristiano, apoyándose en la sugerencia que afirma que Dios se revela «sub contraria specie», es decir; bajo lo contrario de lo que él es en realidad: revela su potencia en la debilidad, su sabiduría en la necedad, su riqueza en la pobreza. 

“Sin embargo, esta clave de lectura no se aplica a la cruz”, añadió el predicador, señalando que en la cruz, Dios se revela «sub propia specie», es decir, por lo que él es, en su realidad más íntima y más verdadera. 

Además, subrayó que “en el año en que la Iglesia celebra un Sínodo sobre los jóvenes y quiere ponerlos en el centro de la propia preocupación pastoral, la presencia en el Calvario del discípulo que Jesús amaba, encierra un mensaje especial. Tenemos todos los motivos para creer que Juan se adhirió a Jesús cuando todavía era bastante joven”. 

Por otro lado, diferenció entre el mundo que no se debe amar y el que sí se debe amar. “El mundo que no debemos amar, y al cual no debemos someternos, no es, lo sabemos, el mundo creado y amado por Dios, no son los hombres del mundo a cuyo encuentro, por el contrario, siempre debemos ir, especialmente a los pobres, a los últimos”. 

Fuente: Aica.org

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