Cuando Claudia Sheinbaum se transformó en la primera presidenta de México, el primero de octubre del año pasado, la participación de su par brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva en la ceremonia de asunción, revelaba por un lado la finalización de una velada disputa por el liderazgo latinoamericano, y por el otro, una perspectiva descripta en ese momento por las proyecciones electorales trazadas en Estados Unidos, donde las elecciones que se aproximaban resultaron finalmente en el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca.
Luego de aquel encuentro cargado de connotaciones estratégicas, y desde comienzos de este año, tanto México como Brasil quedaron incluidos entre los países “a amonestar” con suba de aranceles por parte del nuevo gobierno estadounidense.
De la misma forma que una política de anticipación puede considerarse como determinante en la elaboración de una estrategia, una respuesta y un acomodamiento al cambio de escenario que vino dado con las tensiones arancelarias, pueden interpretarse como una reacción conjunta de las dos principales economías de América Latina.
En ese sentido, el vínculo bilateral fue dando pasos firmes hacia una profundización, con un nuevo encuentro Sheinbaum-Lula en Canadá en el marco del G-7, con la participación del canciller mexicano Juan Ramón de la Fuente en la última cumbre de los BRICS celebrada en Río de Janeiro, y recientemente, con una conversación telefónica que mantuvieron el mandatario brasileño y la presidenta de México.
Sobre la última comunicación, ambos gobiernos transmitieron la premisa de intensificar los vínculos económicos y comerciales, y confirmaron que el vice-presidente de Brasil, Geraldo Alckmin, visitará el país de América del Norte a fin de este mes, acompañado por una delegación numerosa de empresarios. El objetivo es cerrar o explorar acuerdos para el intercambio en los sectores farmacéutico, agrícola, de etanol, biodiesel, aeroespacial y de innovación.
En cuanto a la balanza comercial mexicana, los datos del mes de junio de este año, arrojaron un resultado levemente superavitario en USD 514 millones, puesto que se indican exportaciones por USD 54.002 millones, e importaciones por USD 53.487 millones.
En el caso de Brasil, en el sexto mes del año el país vecino obtuvo un superávit comercial de USD 5.890 millones, producto de exportaciones por un total de USD 29.140 millones, y de importaciones por un monto de USD 23.250 millones.
Estas cifras, que dan la pauta del protagonismo que ejercen los dos países en el comercio mundial, podrían evolucionar a favor de ambas economías si –según se vislumbra– se mantiene e incluso prospera, una vinculación bilateral que trasciende la afinidad ideológica, para posicionarse como contrapeso a la política arancelaria que viene imponiendo Donald Trump.