El encierro que trasciende las paredes de la prisión
La mujer de la fila, película protagonizada por Natalia Oreiro y basada en hechos reales, retrata la difícil y estigmatizante realidad de las mujeres (madres, esposas, familiares) que acopañan el encierro de sus seres queridos detenidos en la cárcel.
La película, al ser un éxito y generar debate, logró volver a poner en agenda la situación de estas familias y la realidad del sistema carcelario en Argentina.
En diálogo con la Nueva Nueve, Vanina Ferreccio, doctora en Ciencias Sociales, investigadora del Conicet y docente de la UNL, compartió detalles sobre su trabajo etnográfico en el que estudió la vida de los familiares de personas detenidas.
En “La larga sombra de la prisión. Etnografía de los efectos
extendidos del encarcelamiento”, la investigadora destaca que el encarcelamiento no es un fenómeno individual: “Estas mujeres están tan atravesadas por la experiencia carcelaria como quienes están detenidos”, comentó Ferreccio.
En esta línea, agregó que además de mantener el vínculo con sus hijos, parejas o hermanos, se encargan de garantizar la subsistencia de sus familias, muchas veces en condiciones de empobrecimiento extremo.
La investigación se centró en más de 50 familias. Ferreccio recorrió barrios y cárceles para comprender cómo el encierro se filtra en la vida cotidiana de quienes, formalmente, están fuera de la prisión. El estudio revela que la experiencia del encarcelamiento se extiende hacia fuera y condiciona la vida familiar, emocional y económica de estas mujeres.
Sobrecarga y desigualdad de género
La investigación evidencia que el aumento del encarcelamiento en la última década tuvo un impacto directo en barrios vulnerables de Santa Fe. La población privada de libertad pasó de 2.900 a más de 10.200 personas en diez años, sin que la tasa de delitos se triplicara, lo que indica una selectividad en la actuación del sistema penal.
“Una sola mujer puede estar a cargo del acompañamiento y sostenimiento afectivo y material de varios familiares encarcelados, además de los que quedan afuera”, detalló Ferreccio. Lo que, en la mayoría de los casos, implica jornadas de trabajo múltiples y una responsabilidad emocional que el sistema no reconoce.
El efecto es especialmente intenso en barrios históricamente sobreexpuestos al sistema penal, donde las familias se enfrentan al empobrecimiento estructural, la monoparentalidad y la sobrecarga laboral y emocional.
En este sentido, Ferreccio resaltó la importancia de comprender el encarcelamiento no solo como un fenómeno individual, sino como un proceso que impacta socialmente en sectores enteros de la población.
Visibilizar la experiencia de quienes sostienen la cárcel
Ferreccio también se refirió a la película La mujer de la fila, que busca dar visibilidad estas historias. La investigadora consideró que la ficción no termina de graficar la magnitud del maltrato y la vulneración de derechos en cárceles provinciales.
La película se inspira en la historia de Andrea Casamento, presidenta de la Asociación de Familiares Detenidos en Cárceles Federales, quien creó la organización tras enfrentar en soledad la experiencia del encierro de su familia.
Para Ferreccio, estas iniciativas, sumadas a la investigación académica, ayudan a mostrar la realidad de miles de mujeres que semanalmente visitan prisiones con hijos, comida y ropa, sosteniendo a la vez familias enteras fuera de los muros de la cárcel.
“Se necesita un enfoque más amplio de las políticas de seguridad. No basta con construir más cárceles: hay que considerar el efecto que tiene sobre la vida de quienes quedan fuera, principalmente mujeres, y que sostienen familias enteras bajo condiciones de vulnerabilidad”, concluyó.
Resumen de la investigación
La investigación de Vanina Ferreccio explora cómo el encarcelamiento afecta profundamente a los familiares de las personas detenidas, especialmente a las mujeres, quienes suelen sostener vínculos afectivos y económicos, gestionar tensiones propias del sistema penitenciario y enfrentar una sobrecarga laboral y emocional no reconocida por el Estado.
El estudio evidencia que el encierro no es un fenómeno individual: sus efectos se extienden a barrios enteros, reproduciendo desigualdades de género y de clase. Mientras el sistema penal selecciona determinados sectores sociales, las mujeres se convierten en pilares de una “cárcel silenciosa”, manteniendo vidas familiares y comunitarias que permanecen invisibilizadas.
El paisaje urbano cercano a las prisiones se llena regularmente de familiares que, aunque no estén encerrados, viven inmersos en la lógica carcelaria. Sus cotidianidades y patrimonios se entrelazan con los de los detenidos, mostrando que, en muchos sentidos, tampoco están “fuera” de la prisión.
Ferreccio analiza cómo estas relaciones son colonizadas por la institución penitenciaria, cómo los familiares gestionan la violencia y el temor que proviene del encierro, y cómo contribuyen, consciente o inconscientemente, a la obtención de una “cárcel quieta”.
