Mientras se viven días de transición y se prepara la asunción de Javier Milei como presidente de la Nación, surge la incertidumbre de cómo será abordada la política exterior.
Se enmarca dentro de un fenómeno global que ya ha tocado a grandes países como Estados Unidos y Brasil. Aunque con diferencias y características propias, tanto Donald Trump como Jair Bolsonaro, hicieron suyo este triunfo dentro de lo que consideran un aliado inesperado para luchar en contra del comunismo y las ideas progresistas.
Javier Milei dio a entender que ésta se va a guiar por “valores” más allá de los “intereses” que el país tenga. Le ha dicho a Tucker Carlson, ex presentador norteamericano de Fox News e icono mediático de la ultraderecha global, que viajó a la Argentina para entrevistarlo: “No solo no voy a hacer negocios con China, no voy a hacer negocios con ningún comunista. Soy un defensor de la libertad, de la paz y de la democracia. Los comunistas no entran ahí. Los chinos no entran ahí. Putin no entra ahí. Lula no entra ahí”.
Es muy probable que sea la misma realidad la que le ponga un límite a estas consideraciones. Ocurrió con Bolsonaro, obstinado antiglobalista y asiduo crítico de China. La presión vino directamente desde el agronegocio, principal perjudicado por sus ventas al gigante asiático. En Argentina, es difícil ignorar la relevancia del “país comunista”. La actual potencia internacional ayudó a reforzar las reservas del Banco Central, a financiar proyectos de infraestructura y es el segundo destino exportador.
La administración Biden ha contemplado con inquietud el ascenso de Milei, quien con sus propuestas radicales, incluyendo la dolarización, forma parte del mismo espectro ideológico que Trump. Es más, en la última semana la vinculación directa entre ambos generó más preocupación en los entornos de la Casa Blanca. Son estos, junto con Bolsonaro, considerados una amenaza para la democracia. Basta recordar los intentos golpistas, fogoneados por los ex presidentes, cuando dejaron el poder.
ado el carácter ideológico que aporta la visión de Milei, alimentada de ideas dogmáticas y reaccionarias, es probable que Argentina vea resentidas su relaciones con todos los países que no formen parte de lo que el mandatario llama “el mundo libre y las democracias liberales”. Esto incluiría no solamente a China y Brasil sino también gran parte de los países latinoamericanos. Más allá de los esperables Venezuela, Cuba y Nicaragua.
El gobierno de Javier Milei tendrá muchos desafíos a nivel externo. Ha planteado que “Argentina va a ocupar el lugar en el mundo que nunca debió haber perdido”. El sentido es muy similar al de “Hacer a América grande de nuevo” de Trump, quien en su saludo auguró al futuro mandatario: “Hagan a Argentina grande de nuevo”. En definitiva, se trata de una especie de refundación de la política exterior argentina.