A fines de noviembre del año pasado, los diferentes grupos rebeldes sirios unificaron su accionar contra el poder de Al Assad, y consiguieron avanzar por las regiones de Idlib y Alepo, con una velocidad que sorprendió a todos los actores del conflicto.
Pocos días después, el grupo con raíces en Al Qaeda, Hayat Tahrir al-Sham, tomó el control de Damasco, comenzando a sentenciar la suerte de Bashar Al Assad, cuyo gobierno terminó por derrumbarse el 8 de diciembre de 2024.
Escombros materiales, institucionales y sociales
Cuando hubo certeza de la caída del régimen autócrata, la incógnita inmediata estuvo dada sobre el paradero de Al Assad. Pero del lado ruso, se dio a conocer no sólo el primer indicio válido sobre su plan de huida, sino también, la primera ratificación oficial respecto del final de una era de 24 años de poder absoluto concentrado en una persona.
En medio de la expectativa mundial, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, fue quien comunicó que Al Assad renunciaba dejando “instrucciones” para entablar una “transición pacífica”. El mismo funcionario del gobierno de Vladímir Putin fue también el encargado de revelar que el ex dictador sirio, había sido recibido en Moscú “por motivos humanitarios”.
A partir de ese momento, se inició un complejo proceso de conformación de un gobierno interino al cual varios países, la ONU y diferentes organizaciones internacionales, respaldaron bajo la condición de que se comiencen a adoptar medidas urgentes contra las graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario, hechos que según las múltiples acusaciones, se habían sistematizado durante el régimen.
Aniversario con denuncias y acciones pendientes
Un reciente informe de la Oficina de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, describe que la vida en la Siria actual, transcurre entre remanentes focos de violencia, la búsqueda de desaparecidos y los saqueos.
La visibilización del violento escenario, da cuenta de “ejecuciones sumarias, asesinatos arbitrarios y secuestros, principalmente contra miembros de ciertas comunidades y personas acusadas de afiliación al gobierno anterior”.
El máximo referente de la elaboración del informe, Thameen Al-Kheethan, dijo que a ese cuadro se agregan muertes por detonaciones de explosivos sembrados durante la prolongada guerra civil, abusos sexuales y desalojos forzosos.
En su cruda exposición, el portavoz agregó que “la violencia a menudo ha afectado a comunidades minoritarias, entre ellas alauitas, drusos, cristianos y beduinos” y lamentó que ese estado de situación haya sido alimentado por “el creciente discurso de odio, tanto en redes como en la calle”.
Ante el desborde de la situación, la ONU reclamó una investigación exhaustiva hacia los responsables de las violaciones de los DD.HH. anteriores y actuales.
De Nueva York a Damasco: monitoreo en terreno del Consejo de Seguridad y el rol de Rusia y EE.UU.
Cerca del primer aniversario de la caída de Al Assad, una comitiva de expertos del Consejo de Seguridad de la ONU, finalizó una misión que tuvo el objetivo de indagar in situ los factores a abordar para planificar una reinserción internacional que permita desplegar en país, múltiples estrategias contra toda forma de violencia y a favor de la mejora de los indicadores sociales básicos.
Según lo informó la propia ONU en su sitio web, la presencia de los diplomáticos integrantes del Consejo, tuvo el propósito de generar confianza global en torno al futuro de Siria, después de más de trece años de encarnizada guerra civil, y tras un año de un gobierno provisorio que hasta ahora aparece desbordado en su capacidad para afrontar el complejo cuadro.
La comitiva diplomática se reunió con el presidente interino Ahmad al-Sharaa y con miembros del gabinete, con líderes civiles y religiosos, comunidades afectadas por la violencia sectaria y con personal de la ONU que se desempeña en territorio sirio.
La delegación brindó un mensaje de apoyo de las Naciones Unidas a la soberanía, la independencia y la integridad territorial de Siria, pero hay que advertir que en el futuro inmediato, será clave el papel que podrían jugar Rusia y Estados Unidos.
Por el lado ruso, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dejó en claro que su país, que mantiene dos bases militares en Siria, entabló hace tiempo conversaciones bilaterales con el gobierno interino, al margen de las negociaciones encaradas bajo iniciativa estadounidense.
En el caso de Donald Trump, causaron relativa sorpresa sus críticas al ataque israelí perpetrado en julio de este año contra una estructura edilicia del ejército sirio en Damasco.
Al desmarcarse de la acción militar que provocó varios muertos y heridos, el mandatario estadounidense también instó a la vía diplomática para que Siria inicie el camino hacia un “Estado próspero”.
La respuesta israelí fue que la opción militar buscó proteger a la minoría drusa, la cual continuó los enfrentamientos con otros grupos antagónicos más allá del 8 de diciembre de 2024.
Hoy, traspasado el primer aniversario de la caída de Bashar Al Assad, el territorio sirio sigue revelando por un lado, las consecuencias de un régimen que se llevó vidas, sueños y proyectos, y por el otro, la necesidad de aumentar el esfuerzo de la comunidad internacional, para reconstruir todo el tejido social e institucional que todavía sigue padeciendo las consecuencias de décadas de caos y violencia.