Era una madrugada de invierno, había neblina en un campo de la ciudad de Recreo, y un grupo de jóvenes relató un suceso que aún hoy genera preguntas sin respuesta.
Según contaron, mientras realizaban recorridos nocturnos, una señal de luces inesperada llamó su atención, aunque no se trataba de la policía. Lo que siguió fue mucho más extraño: un ser apareció entre los tacurúes y pastizales secos, manteniendo siempre la distancia, pero observándolos fijamente.
El episodio se tornó aún más enigmático cuando este ser, que parecía un niño a simple vista, se desplazó corriendo a la par de su camioneta a velocidades imposibles para un humano.
Sus ojos rojos reflejaban la luz de las linternas y su figura, de apariencia humana, mostraba detalles que desconcertaron a los testigos: siempre en dos patas, con movimientos ágiles y precisos, y una silueta oscura que se mimetizaba con el entorno.
Los jóvenes, armados pero cautelosos, nunca se acercaron, y pese a apuntarlo, el ser se mantuvo distante, desapareciendo detrás de un maizal tras saltar un alambrado de más de un metro de altura.
Hasta la fecha, nadie ha logrado explicar qué presenciaron aquella noche. Para ellos, fue una experiencia que combinó el miedo, la fascinación y la incredulidad, dejando una marca imborrable que continúa alimentando la leyenda local.
