Agronomía

El suelo, un recurso natural mucho más complejo que el aire o el agua

El suelo es, para la agricultura, lo primero en la lista. Sin suelo, no existe la agricultura tal como la conocemos.

Hoy les escribo sobre un tema que debería ser el ABC de los productores agropecuarios, y ni hablar de los Ingenieros Agrónomos: el suelo.
El suelo es, para la agricultura, lo primero en la lista. Sin suelo, no existe la agricultura tal como la conocemos. Muchas veces damos por hecho que el tipo de suelo que tenemos la suerte de poseer en nuestra provincia y en la región pampeana —como se dice habitualmente— se replica en todo el planeta, incluso en toda Argentina.

Sin embargo, alrededor del mundo, y a lo largo y ancho de nuestro país, los suelos van cambiando, y en función de eso varían tanto los paisajes como las actividades que se pueden desarrollar. Por eso, antes de avanzar con esta columna, quiero contarles —o, en algunos casos, refrescarles— la clasificación de suelos.

La clasificación de suelos se refiere a la agrupación de unidades con propiedades similares (químicas, físicas y biológicas), que pueden ser georreferenciadas y mapeadas. De hecho, los suelos se consideran un recurso natural mucho más complejo que otros elementos como el aire o el agua.

Por su naturaleza, los suelos contienen elementos químicos y, al mismo tiempo, combinan fases sólidas, líquidas y gaseosas. Además, la cantidad de características físicas, químicas y biológicas —y sus posibles combinaciones— es prácticamente infinita.

Las clases de suelo en el mundo se clasifican principalmente según el sistema de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y el sistema del USDA (Departamento de Agricultura de EE.UU.), aunque también existe la WRB (Base Referencial Mundial para los Recursos del Suelo), el sistema internacional más aceptado actualmente.

A continuación, les presento un resumen de los principales tipos de suelo en el mundo, según la WRB:

  • Chernozem: suelo negro, muy fértil, rico en materia orgánica.
  • Podzol: suelo ácido, con una capa blanquecina por lixiviación.
  • Andosol: derivado de cenizas volcánicas, muy fértil.
  • Vertisol: suelo arcilloso que se agrieta al secarse.
  • Oxisol: suelo muy lavado, rojo, con baja fertilidad natural.
  • Gelisol: suelo con permafrost (congelado gran parte del año).
  • Histosol: suelo orgánico, rico en materia vegetal descompuesta (turba).
  • Aridisol: suelo seco, típico de zonas áridas o desérticas.
  • Alfisol: suelo moderadamente fértil, con acumulación de arcilla.
  • Ultisol: suelo envejecido, ácido y lavado, típico de climas húmedos.
  • Mollisol: muy fértil, típico de praderas y pampas.


Si tenemos tantos tipos de suelos diferentes, ¿por qué adoptamos prácticas propias de otros tipos de suelos que destruyen nuestro recurso más preciado?
Somos el país con mayor porcentaje de superficie bajo Siembra Directa; sin embargo, la cantidad de lotes labrados con herramientas diseñadas para otras latitudes —más frías y con otros tipos de suelo— es cada vez mayor. Estas prácticas están destruyendo la materia orgánica, los microorganismos y eliminando la estructura de nuestros suelos.

Pero esta historia parecía un cuento de hadas: se realizaban laboreos que aceleraban la mineralización, acompañadas de buenas lluvias que resultaban en grandes cosechas. Quienes no sabían de química ni física de suelos celebraban esos logros aparentes… hasta que el grifo se cerró y llegó la sequía.
El cuento de hadas se transformó en historia de terror: salieron a la luz los destructores de suelos, con lotes sin materia orgánica, sin estructura, sin vida, compactados, sin capacidad de infiltración, con raíces en forma de “L”, incapaces de penetrar.

Resulta que el vecino, que practica Siembra Directa desde hace años, mantiene el lote cubierto y con raíces todo el año, tiene un cultivo mejor que quien laborea campaña tras campaña sus campos. ¿Y todavía nos preguntamos por qué?
Acá viene lo más interesante: cuando las cosas se hacen bien, los suelos responden, incluso frente a la adversidad climática. La pérdida de estructura causada por la destrucción de la materia orgánica —el “cementante” del suelo— provoca la pérdida de poros.

El Profesor Oscar Zen, de la FCA de la UNL, inicia su clase con una pregunta: ¿Cuánto tiempo podemos vivir sin comer? ¿Y sin beber? ¿Y sin respirar? Claramente, la importancia de los macroporos y mesoporos es fundamental: son ellos los que pueden retener agua y aire. Y son las plantas las que tienen la solución: pues las raíces son las responsables de generar el espacio poroso del suelo.

Estas grandes constructoras, junto con los organismos, el clima (principalmente temperatura y precipitación), el material orgánico (químicos y físicos), el relieve y el tiempo, son los responsables de darle cuerpo al suelo. Pero somos consciente de el tiempo que lleva desarrollar un suelo fértil y lo fácil que es destruirlo.

¿Qué debemos hacer para recuperar los lotes compactados, degradados y maltratados? Es fundamental consultar a quienes saben del tema. Como digo siempre: no hay que saber de todo, hay que tener el número del que sabe.

Contamos con dos Facultades de Ciencias Agrarias en nuestra provincia, regionales de Aapresid, grupos CREA, y estaciones del INTA.

Como punto de partida:

  • Dejar de utilizar herramientas que destruyen el suelo.
  • Incorporar raíces a los sistemas productivos: ellas dan vida, ayudan junto con los microorganismos a generar estructura y actividad biológica. Es decir aumentar la materia orgánica y la porosidad de los suelos
  • Buscar asesoramiento técnico para realizar un diagnóstico preciso y diseñar un plan de acción adaptado a cada lote.


La generación de estos suelos productivos llevó miles de años, y su degradación ocurre en apenas unas campañas. Por eso, hago un llamado de atención: conozcamos qué hay debajo de nuestros pies, cómo está compuesto cada lote en cuanto a limo, arena, arcilla, y cuál es el mejor manejo posible. Esto debe formar parte del plan de trabajo, al igual que se planea la rotación de cultivos.
¿Sabías que la provincia lanzó un plan para cuidar los suelos?

Les comparto un fragmento de la web:

“Cuidar los suelos de la provincia es una responsabilidad de todos. Por eso, el Gobierno de Santa Fe lanzó el Observatorio Santafesino de Suelos, una herramienta estratégica para hacer frente a los desafíos productivos, climáticos y de sustentabilidad de nuestros tiempos.”

Su objetivo es asistir y facilitar el desarrollo de un Programa de Gestión Sostenible, basado en la Ley 10.552 de Conservación y Manejo de Suelos. Es un trabajo cercano a productores y entidades del sector agropecuario, que busca una gestión inteligente y participativa para llegar a toda la provincia.

Estamos a tiempo.
Debemos trabajar de manera planificada, pensando en el mediano y largo plazo. Apostar a altas producciones sostenibles en el tiempo. Cuidar el recurso suelo es la única manera de lograrlo.

Solo alrededor del 22% de los suelos de nuestro país son molisoles. Apostemos a conservarlos. Que la agricultura conservacionista no sea una excepción, sino una forma de vida. Que el balance carbono/nitrógeno, los microorganismos y las raíces sean parte de la conversación diaria de quienes trabajan todos los días el campo argentino.

Los invito a todos —a quienes forman parte y a quienes no del sector agropecuario— a difundir la importancia de cuidar este recurso tan valioso.

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