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Agronomía

Caminos rurales, caminos de la producción, caminos de la vida

Casi todos los que trabajamos en el sector agropecuario tenemos algo en común: pasamos mucho tiempo en los caminos. En la provincia de Santa Fe hay rutas nacionales, provinciales y caminos rurales, la mayoría de calzada natural, cuyo mantenimiento corresponde a los municipios y comunas.

Un párrafo aparte merece la Ruta Nacional N.º 11, con 988 km que unen tres provincias: Santa Fe, Chaco y Formosa. El mayor tramo, de 616 km, va desde Rosario hasta Chaco. Es una ruta que conecta con el Mercosur y que hoy se encuentra en un estado catastrófico. Estos días salió la noticia de que se va a concesionar nuevamente, con el objetivo de reinstalar peajes que permitan recaudar fondos para su reparación y mantenimiento, dado que es una de las vías más importantes del país.

Hace unos años, el trabajo mancomunado entre productores, gobernantes e instituciones intermedias de la cuenca lechera puso el tema en agenda y fue el germen del Programa Caminos de la Producción, que permitió mejorar (ripiar) varios kilómetros de nuestra geografía provincial. En San Justo, gracias a un consorcio caminero con más de 20 años de trayectoria, se pudo aprovechar el financiamiento y se ripiaron más de 20 km.

Si bien es cierto que mejorar y mantener los caminos rurales demanda cuantiosos recursos, ese trabajo realizado por el Nodo Regional Pilar puso en evidencia que resolver el problema, o al menos intentarlo, requería una esmerada gestión local, capacitación de los operarios, acuerdos entre varios actores y control. Veamos cada uno de estos aspectos por separado.

Recursos. Hoy, un camión de piedra alcanza para ripiar solo 50 metros, con un costo por equipo de 1,5 millones de pesos. Es decir, para lograr 1 km de ripio, solo en piedra se necesitan unos 25 mil dólares, se estima que el valor final ronda los 53 mil dólares por km de ripio terminado.

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El mencionado trabajo mostró que había distritos donde los caminos de tierra estaban en muy buen estado casi todo el año, y que esos gobiernos locales no contaban con muchos más recursos que sus vecinos. La diferencia estaba en la gestión: en lugar de tener inspectores que recorrían los caminos, dividían el distrito en zonas, y en cada una había un productor informante, cuya responsabilidad era comunicar si se había caído una rama, roto una alcantarilla o si se habían producido huellas profundas. La calidad y precisión de esa información se convertía en un insumo valioso para tomar decisiones y planificar acciones.

Capacitación de los operarios. En la mayoría de los casos, quienes realizan el mantenimiento de los caminos aprendieron el oficio en la práctica, siendo aprendices de alguien que ocupó el puesto con anterioridad. Que hagan muy bien su trabajo —como muchos de los operarios que tuvimos la suerte de conocer— no significa necesariamente que puedan transmitir sus conocimientos y enseñar a otros. Algunos presidentes comunales nos comentaron su preocupación al respecto, diciendo que cuando se jubilen Juan o Pedro, no sabrán cómo abordar el tema por la escasa oferta de formación. Además, está la falta de reconocimiento. En 2019 y 2020, la UNL organizó cursos básicos para empleados de comunas y municipios de los departamentos Castellanos y Las Colonias. Nos contaron que uno de los participantes mostraba orgulloso su diploma de la UNL en el bar del pueblo. Tenemos a los especialistas cerca, solo falta que nos pongamos de acuerdo. ¡Cuánto podríamos lograr!

Consensos y acuerdos. Muchas veces, estos requieren varias reuniones, o, mejor dicho, el encuentro entre los actores. Los productores suelen quejarse por el precio de la tasa por hectárea, pero poco saben sobre cuánto combustible se necesita para poner en funcionamiento una niveladora. A veces, los horarios laborales no coinciden con las tareas requeridas, y los gremios no permiten cierta flexibilidad.

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Control. Vivimos en un país donde la palabra “control” tiene mala prensa, y la “viveza criolla” gana cada día más adeptos, especialmente en redes sociales. Aquellos que viajan al exterior se admiran de lo limpias que son las ciudades europeas: “ni un papelito”. En nuestras rutas y caminos, en cambio, es posible encontrar de todo arrojado en las banquinas. ¿Cuál es la diferencia? Multas. En los países desarrollados, las personas también tienen sangre roja, pero existe un Estado que controla, y se educa a través de la sanción.

Después de todo lo investigado y recorrido esta semana, llegamos a la conclusión de que el estado de los caminos rurales de cada distrito depende de personas comprometidas con llevar adelante la administración y la gestión, no solo del dinero recaudado por la Tasa Rural, sino también de cualquier subsidio o ayuda que se pueda gestionar. En la mayoría de los casos donde los caminos de tierra están en buen estado, las cunetas limpias y se gestionan mejoras como alcantarillado, ripios y puentes, es gracias a la gestión del intendente comunal o municipal, o al trabajo desinteresado de una comisión de consorcio caminero.

Por supuesto, el frentista y quienes transitamos diariamente por los caminos de tierra también tenemos responsabilidades. El primero, pagar a tiempo la tasa. Hoy, en San Justo, se divide el valor del impuesto según la aptitud del suelo: Zona 1 (mayor aptitud), 3,5 litros/ha/año; Zona 2 (aptitud intermedia), 2 litros/ha/año; y Zona 3 (cañadas, montes), 1 litro/ha/año de combustible Infinia, divididos en 4 cuotas a lo largo del año. San Justo recauda casi el 70% del total, siendo uno de los distritos ejemplo de la provincia, por su trabajo, resultados y administración de los fondos.

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Ahora bien, esto no se repite en toda la provincia. Cuando el trabajo no se realiza, es muy difícil pagar un impuesto que se destina a otro fin, y comienza un círculo vicioso sin fin: no se arregla porque no se paga, y no se paga porque no se arregla.

Por último, mi querido lector, quiero recordarles que en el campo aún viven familias, hay escuelas rurales y una fábrica a cielo abierto —de granos y de carne— que requiere transitar diariamente. Necesitamos caminos en buen estado, cunetas limpias, puentes que conecten territorios vecinos. Lo más importante es que se puede lograr, que existen personas que lo hacen posible.

Quiero hacer un agradecimiento especial a: Susana Grosso y al Sr. Victor Hugo Pedrazzoli quienes me brindaron información para esta columna.

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