Para la población sudanesa, este 2025 a punto de finalizar, no significó sino otro año con continuidad y agravamiento de un desastre humanitario dado por la extrema violencia con asesinatos de civiles, la propagación de la hambruna, los desplazamientos forzados y los ataques contra el personal de las organizaciones que se esfuerzan por brindar la asistencia en medio de un cuadro desesperante.
De forma reiterada, la Organización de las Naciones Unidas viene advirtiendo que Sudán “está inmerso en una guerra indirecta por sus recursos naturales y materias primas, en la que están involucrados muchos países de la región y de otras partes del mundo”.
Antagonismos históricos como detonadores
Los enfrentamientos armados actuales entre las Fuerzas Armadas sudanesas y las denominadas Fuerzas de Apoyo Rápido, comenzaron en la capital del país el 15 de abril de 2023 y rápidamente la violencia se extendió a prácticamente todo el territorio.
En el caso de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF por sus siglas en inglés), cabe advertir como antecedente oscuro, su accionar ejercido dos décadas atrás, dentro de un plan militar de tinte xenófobo y de violencia étnica contra la población masalit.
Las RSF sufrieron un duro revés tras la caída en el poder de su mentor, Omar Hasán Ahmad al Bashir, quien fuera presidente del país por 26 años, entre 1993 y 2019.
La era pos-al Bashir, se inició con significativos cambios que incluyeron la quita de apoyo a las RSF. Pero ese frente paramilitar continuó con capacidad operativa y con una estructura sostenida desde el diseño pergeñado por el anterior gobierno, lo que finalmente desencadenó la confrontación hace poco más de dos años y medio.
Las denuncias desatendidas
Los desplazamientos forzados significaron algunas de las graves consecuencias del conflicto, y quienes lograron abandonar el país, se están transformando en la voz de los sudaneses que siguen padeciendo dramáticas situaciones humanitarias, muchas veces incompatibles con la subsistencia.
Adam Nor Mohammed, portavoz de la comunidad de refugiados sudaneses en Italia, denunció que desde abril de 2023 las víctimas mortales se cuentan por decenas de miles y advirtió que la cifra es solo una estimación, debido a la ausencia total de información cierta sobre las vidas que se está cobrando el intento de las RSF de avanzar en el poder con una especie de mini-gobierno ya constituido entre sus filas.
El mayor problema radica en que los medios extremadamente violentos se convirtieron en la metodología de los dos bandos, y cuando la población civil termina siendo el blanco, no se sabe bien a quien atribuir las responsabilidades.
Volviendo al drama de los refugiados, se estimó que el vecino Chad, recibió a más de 1.300.000 personas que lograron traspasar la frontera, pero para llegar a otro territorio asolado por la pobreza y por la violencia de Boko Haram, que en noviembre de 2024 mató a 40 militares, en un atentado contestado por el ejército chadiano con la muerte de 65 presuntos yihadistas.
También se atribuye a Boko Haram el intento de toma por asalto del palacio presidencial ubicado en la capital de Chad, hecho que fue repelido con la muerte de 18 de los atacantes.
Clamor desde Suiza y Sudáfrica
En una sesión especial del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, Volker Türk señaló que su oficina emitió más de veinte comunicados en el último año, alertando sobre el asedio “asfixiante” impuesto a parte de la población de Sudán, especialmente la de El Fasher, que “llegó a alimentarse de forraje y cáscaras de cacahuate”.
También, Türk advirtió acerca de la propagación de la hambruna y del riesgo evidente de una masacre, si esa ciudad caía totalmente en manos de las Fuerzas de Apoyo Rápido.
Por otra parte, durante la última reunión del G20 desarrollada en Johannesburgo, el secretario general de la ONU, António Guterres, llamó a las mayores economías del mundo a usar su influencia para aliviar el sufrimiento global y pidió puntualmente detener conflictos como el que atraviesa Sudán, país para el cual reclamó un “acceso humanitario sin obstáculos y el fin del flujo de armas”.
El discurso de Guterres mostró una desafiante realidad: si no se involucran con mayor determinación los actores con mayor influencia en la estructura del poder mundial, difícilmente la población sudanesa pueda albergar esperanzas de un alto el fuego permanente.
