La ausencia del presidente Javier Milei en la misa de asunción del papa León XIV en el Vaticano, prevista para el 18 de mayo próximo, no solo sorprendió a la comunidad internacional, sino que también generó críticas en el ámbito político y social.
Mientras el mundo se congrega para celebrar la llegada del primer Papa estadounidense, y peruano, Milei optó por quedarse en Buenos Aires, alegando "temas de agenda" vinculados a las elecciones legislativas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En su lugar, Milei eligió expresarse en redes sociales con una imagen generada por inteligencia artificial que mostraba a un león vestido como papa, acompañada de un mensaje místico: "Las fuerzas del cielo han dado su veredicto de modo claro". Un gesto llamativo, pero insuficiente en términos diplomáticos y protocolares.
Esta postura no solo denota una mirada limitada de la dimensión global que debería tener un jefe de Estado, sino que también revela una preferencia clara por la política local, a veces a costa de la proyección internacional del país.
El contraste es evidente, mientras líderes del mundo acompañarán la asunción León XIV, el mandatario argentino optó por la política doméstica y delegó la representación en ministros como Sandra Pettovello y el canciller Gerardo Werthein. Sin embargo, esto no logra compensar la ausencia de la máxima autoridad argentina en un evento trascendente para el mundo.
La decisión de Milei pone en evidencia las prioridades de su gobierno: apostar por la política de corto plazo y relegar los espacios donde se construye la influencia global, un error que podría costarle caro en términos de prestigio internacional.