En plena ola polar, millones de argentinos sufren cortes de gas. Mientras el país se jacta de Vaca Muerta, en los barrios periféricos se cocina con leña o se sobrevive con una manta más. ¿Qué modelo energético puede sostener una sociedad cuando el calor se transforma en un privilegio?
En un país con vastos recursos energéticos, suena paradójico, por no decir indignante, que cientos de miles de argentinos hayan tenido que racionar o prescindir del gas en plena ola polar.
Desde comercios hasta industrias, pasando por escuelas, hospitales y hogares vulnerables, los cortes en el suministro exponen una vez más que hay un problema estructural que va mucho más allá del termómetro.
Esta semana el gobierno nacional intentó calmar las aguas con promesas de reanudación “progresiva” del servicio. Pero la indignación social ya está encendida. No se trata sólo del frío, sino de lo que el frío deja al descubierto: improvisación, falta de planificación y una desconexión total con la vida cotidiana de la gente.
En provincias como Santa Fe, donde los inviernos se sienten con fuerza y donde gran parte de la población depende del gas para calefaccionarse, cocinar y trabajar, el corte es más que un inconveniente: es una amenaza a la salud, a la dignidad y al desarrollo económico. Industrias cerradas. Comercios que pierden ventas. Escuelas sin clases. Familias que se apiñan frente a una hornalla como en otros tiempos, no muy lejanos.
Pero si es grave el panorama para quienes están conectados a la red, peor aún es la situación de quienes dependen exclusivamente del gas en garrafas, muchas veces a precios que duplican el valor oficial. En barrios populares, zonas rurales y periferias urbanas, donde no hay red de gas, conseguir una garrafa en una verdadera odisea: revendedores, especulación y muchas veces desabastecimiento.
Las causas de fondo son múltiples: desinversión en infraestructura, contratos mal renegociados, falta de mantenimiento y, sobre todo, decisiones políticas cortoplacistas que ignoran las consecuencias sociales. El país que tiene una de las reservas de gas más grande del mundo (Vaca Muerta) no puede permitirse este tipo de situaciones sin que se cuestione seriamente la eficiencia de su modelo energético.
“Cuando el frío duele mas por falta de política que por falta de recursos”
Es tiempo de que la política y las empresas energéticas entiendan que el acceso al gas no es sólo una cuestión técnica o económica. Es una necesidad básica, y por lo tanto, un derecho.
Porque si algo deja claro este invierno, es que no se puede seguir posponiendo lo urgente: garantizar servicios esenciales de manera equitativa, segura y previsible. Porque sin ello no hay desarrollo posible. Sólo frío.
