Este 7 de julio, en el marco del Día Mundial del Cacao, el representante de la marca, Francisco Cutchet participó de una cálida charla en “Antes de Tiempo” para repasar los 126 años de trayectoria de El Quilla, el clásico cacao santafesino que forma parte de la memoria afectiva de miles de familias argentinas.
La historia de esta empresa familiar comenzó en 1899, cuando su bisabuelo abrió un pequeño almacén en la ciudad de Santa Fe. En 1955, la familia decidió dejar atrás el comercio tradicional para dedicarse exclusivamente a la producción de cacao en polvo, dando nacimiento al producto que con el tiempo se volvió un emblema local.
Durante la conversación, Cutchet evocó momentos entrañables ligados a la marca, como el recordado recetario que acompañaba los envases: “Nos siguen preguntando por los recetarios, vienen generaciones enteras a buscarlos. Hay recetas que se siguen haciendo tal como se enseñaban hace décadas”, contó con orgullo.
Los oyentes también se sumaron con recuerdos que mezclan sabor y emoción: desde las latas coleccionables hasta las técnicas para evitar los grumos en la leche caliente, o aquellas vacaciones en las que el cacao El Quilla era el regalo obligado para llevar a familiares en otras provincias.
A pesar del avance de marcas con mayor despliegue comercial, El Quilla se mantiene firme gracias a su identidad, su calidad sostenida y su vínculo directo con los consumidores. Hoy la marca conserva una fuerte presencia en el centro y norte del país, avanza en ciudades como Rosario y ha comenzado a exportar sus productos a Paraguay. La fábrica, ubicada en calle Necochea 2840, también abre sus puertas a visitas escolares y turísticas, convirtiéndose en un lugar de encuentro con la historia viva del cacao santafesino.
Más allá de su sabor característico, El Quilla es símbolo de tradición, memoria y pertenencia. “Es un orgullo mantener vivo este legado familiar, actualizándonos sin perder nuestra esencia”, expresó Francisco Cutchet. En tiempos de consumo acelerado y marcas impersonales, este cacao demuestra que hay sabores que permanecen y que, más allá del paso del tiempo, siguen siendo parte de lo que somos.
