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Opinón

No fue magia, fue Radio

Antes de convertirse en los primeros radiodifusores, Susini, Mujica, Romero y Guerrico fueron radioaficionados inicialmente atraídos por la técnica de transmisión inalámbrica.

Después de 105 años del hito de los “Locos de la Azotea”, ya es hora de que todos los radiomaníacos vayamos pensando en devolver la palabra magia al encantador mundo de los magos.

De paso, el ejercicio histórico para buscar un relevo del término, cuyo préstamo amortizamos con creces, confiere una revalorización de aquella proeza técnica y cultural concretada por cuatro auténticos pioneros.

Si el 27 de agosto de 1920 quedó en la historia argentina, fue por la visión, el trabajo y el ingenio de cuatro personas que al verse apasionadas por la radiotécnica, sintieron –y exploraron con tanta habilidad– la oportunidad de usar la técnica que habían aprendido para fundar un medio de comunicación más masivo que el cine y los diarios.

Para ser justos, algunos pioneros de la radiodifusión en Argentina eran radioaficionados desde mucho antes de aquella fecha. La Unión Argentina de Radio-Clubes nos refiere que “a fines de la primera década del siglo XX aparecieron los primeros radioaficionados”.

Era una actividad de experimentación que llamaban telegrafía sin hilos. Y en el fabuloso libro Días de Radio, se afirma que “en Buenos Aires existían radioaficionados desde 1910”, año en que Marconi llegó a la Argentina y desde la ciudad de Bernal, por entonces pleno campo, se comunicó con bases ubicadas en Canadá e Irlanda.

En 1913 Teodoro Belloq recibió la primera licencia de radioaficionado para nuestro país e instaló dos estaciones telegráficas: una en calle Callao 1600 de la ciudad de Buenos Aires y otra en una quinta de San Isidro.

En el trabajo de Ulanovsky-Merkin-Panno y Tijman se indica además que “en 1915 jóvenes radioaficionados de Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza constituían una especie de hermandad que se comunicaba noticias, entablaba charlas a distancia y hasta se intercambiaban pequeños recitales en piano o violín”.

Ya hacia 1917, actuaban varios operadores con licencias concedidas por el ministerio de Marina, y en el listado aparecen Mujica, Romero y Guerrico, quienes junto a Susini, tres años más tarde, transmitieron Parsifal desde el teatro Coliseo.

En 1921 se creó el Radio Club Argentino y son nombrados vocales Enrique Susini y César Guerrico. Por convenciones internacionales, a los radioaficionados argentinos se les asignó para las licencias el prefijo LU, por lo que rápidamente se impuso el mote de “los Locos Unidos”.

En la azotea y unidos, los cuatro locos terminaron escribiendo una historia técnica y cultural formidable, con dos tipos de lámparas, la de filamentos para hacer funcionar el transmisor, y la de las ideas, esa que tanto nos desafía a mantenerla encendida en medio de la era digital.

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