Santa Fe confirmó este domingo lo que el resto del país empezó a vislumbrar: La Libertad Avanza (LLA) no fue una moda electoral, sino una fuerza que consolidó su presencia territorial y política. Con el 40,7 % de los votos, el espacio libertario se impuso en la provincia y amplió su dominio en casi todos los departamentos, repitiendo —y profundizando— el patrón que se dio a nivel nacional, donde el oficialismo de Javier Milei obtuvo una victoria contundente en 16 provincias y cerca del 41 % del total de sufragios.
El dato santafesino es, en muchos sentidos, un espejo del país. En segundo lugar quedó Fuerza Patria, la expresión peronista unificada alcanzó el 28,6 %, y tercero se ubicó Provincias Unidas, el frente que aglutina a radicales, socialistas y sectores moderados, con apenas el 18,3 %. En la práctica, esto significa que cuatro de las nueve bancas nacionales en disputa quedaron para LLA, tres para el peronismo y dos para el espacio provincial.
Santa Fe, que históricamente fue un terreno disputado y con tradición de alternancia, se volcó sin matices hacia el color violeta. El fenómeno no es local, sino parte de una marea que tiñó buena parte del mapa argentino.
La ola libertaria, desde Buenos Aires hasta el interior productivo
El triunfo nacional de La Libertad Avanza, con más del 40 % de los votos y una diferencia de casi 10 puntos sobre Fuerza Patria, supone un cambio de paradigma.
Milei y su coalición no sólo consolidaron su base en el Área Metropolitana de Buenos Aires y Córdoba, sino que avanzaron sobre provincias tradicionalmente peronistas o radicales, como Tucumán, Entre Ríos y la propia Santa Fe.
En términos legislativos, el oficialismo sumará 64 nuevas bancas y alcanzará alrededor de 93 diputados nacionales, configurando una fuerza con peso decisivo en el Congreso. No tendrá mayoría propia, pero sí una capacidad inédita para definir agendas y condicionar debates. La oposición peronista, golpeada, pierde protagonismo; y los bloques provinciales o moderados se reducen a un papel más bien complementario.
La elección funcionó, de hecho, como una suerte de plebiscito del primer año de Milei: el electorado lo respaldó, pese a la inflación persistente y los costos sociales de sus reformas. La lectura generalizada es que la sociedad le otorgó crédito político y tiempo, en parte por convicción, en parte por la falta de alternativas con narrativa clara.
Santa Fe: el laboratorio del cambio
En Santa Fe, el impacto del triunfo libertario es doble: nacional y local. Por un lado, fortalece la figura del presidente en una provincia clave por su peso productivo, exportador y electoral. Por otro, abre un capítulo nuevo en la política santafesina, donde el peronismo provincial quedó relegado y la alianza tradicional radical-socialista perdió tracción.
El avance libertario en territorio santafesino no fue casual. La campaña de LLA apeló directamente al electorado rural y agroindustrial, sectores históricamente reacios a las políticas intervencionistas del kirchnerismo. También captó el voto joven y urbano, especialmente en Rosario, Santa Fe capital y Rafaela, donde el discurso de “cambio real” y “fin de la casta política” encontró eco.
En términos simbólicos, Santa Fe —la provincia donde nació la Constitución y que siempre tuvo peso institucional— vuelve a ser termómetro nacional: cuando el humor político se inclina hacia un proyecto, Santa Fe suele expresarlo con claridad.
El peronismo, entre el desconcierto y la reconstrucción
El resultado deja al peronismo santafesino con sabor amargo. La estrategia de unificación bajo Fuerza Patria no alcanzó para retener la centralidad política. Aun con estructura, militancia y presencia territorial, la fuerza no logró sintonizar con el clima social de época. El discurso del “orden y la inclusión” perdió peso frente al mensaje libertario de “eficiencia, mérito y libertad económica”.
A nivel nacional, la derrota de Fuerza Patria, obliga a un replanteo profundo. El espacio peronista enfrenta un dilema: cómo reconstituirse sin caer en la nostalgia del pasado ni diluir su identidad. Lo que hasta hace poco era una hegemonía se transformó en un mosaico de minorías.
Provincias Unidas, la tercera vía que no fue
En Santa Fe, el frente Provincias Unidas, que pretendía capitalizar el voto moderado y presentarse como “alternativa de gestión”, quedó tercero, sin capacidad de disputar el eje central de la elección. La polarización nacional entre LLA y el peronismo terminó arrinconando a las terceras fuerzas.
Su futuro dependerá de la capacidad para reposicionarse como espacio de equilibrio o para integrarse a un armado opositor más amplio. De momento, su desempeño electoral marca un retroceso significativo respecto de los comicios anteriores.
Un nuevo mapa político
Con Santa Fe y gran parte del país teñidos de violeta, la reconfiguración del mapa político argentino es un hecho. El poder territorial de La Libertad Avanza se extiende más allá del Congreso: suma intendentes, legisladores y referentes locales. Las provincias, que hasta ahora eran bastiones de partidos tradicionales, empiezan a ser campo de disputa real para una fuerza que nació al calor de la indignación social y crece ahora como estructura de poder.
En Santa Fe, esto implica un cambio profundo: las próximas elecciones provinciales se proyectan bajo un escenario distinto, donde LLA aparece con capacidad competitiva y liderazgo. Las viejas lógicas de coalición ceden paso a una polarización distinta: “casta” vs. “renovación”, Estado grande vs. eficiencia privada, orden tradicional vs. cambio disruptivo.
El desafío de gobernar lo que se gana
El triunfo libertario, tanto en Santa Fe como en el país, no sólo otorga poder: también multiplica la responsabilidad. Milei y su espacio deberán mostrar que pueden traducir la rebeldía electoral en gestión eficaz. El voto que los acompañó no es un cheque en blanco, sino un voto de esperanza con fecha de vencimiento.
Para Santa Fe, la cuestión central será si este nuevo alineamiento político traerá beneficios concretos: inversiones, infraestructura, políticas de seguridad y apoyo a la producción. La provincia, motor económico del país, espera que el cambio prometido se traduzca en resultados tangibles.
En síntesis, Santa Fe volvió a pintarse de violeta, pero esta vez no lo hizo sola: lo hizo acompañando a una Argentina que decidió darle continuidad al proyecto libertario. El mapa político cambió. La pregunta que queda abierta es si esa ola violeta podrá sostenerse con gestión, o si, como tantas veces, la política argentina volverá a girar de color en el próximo turno electoral.






















