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Vamos a la Reserva Natural Urbana del Oeste….vayamos juntos….

Un espacio que miles de santafesinos bordean, cruzan o mencionan, pero que pocos conocen realmente. Un lugar donde la ciudad se encuentra con la naturaleza de una manera directa, cruda y, a la vez, profundamente necesaria.

Para esta columna tengo preparada una propuesta un poco distinta. Preparen la SUBE, porque hoy nos vamos a dar un paseo urbano, de esos que parecen cotidianos, pero que terminan llevándonos a un lugar que siempre estuvo ahí… aunque muchos no sabíamos que existía. ¿Raro, no?
Estamos hablando de la Reserva Natural Urbana del Oeste, en la ciudad de Santa Fe.

Un espacio que miles de santafesinos bordean, cruzan o mencionan, pero que pocos conocen realmente. Un lugar donde la ciudad se encuentra con la naturaleza de una manera directa, cruda y, a la vez, profundamente necesaria. Para descubrirla, aceptamos la invitación de Eduardo Beltrocco, trabajador de la reserva y experto en observación de aves, quien nos propuso recorrerla con otros ojos: los de quien entiende que este espacio no es solo paisaje, sino también historia, biodiversidad y futuro.

La naturaleza vuelve a la ciudad

Desde la década del 2000, el concepto de naturaleza en la ciudad volvió a ocupar un lugar central en el debate urbano, especialmente en América Latina. Este enfoque propone desarrollar y fortalecer la presencia de la naturaleza dentro de las ciudades y sus alrededores, apoyándose principalmente en lo que hoy se conoce como soluciones basadas en la naturaleza.

El objetivo es claro y ambicioso: mejorar el bienestar de los ciudadanos, proteger la biodiversidad, reforzar la resiliencia frente al cambio climático y, al mismo tiempo, generar impactos sociales positivos. Ya no se trata solo de “embellecer” las ciudades con verde, sino de pensar a la naturaleza como una infraestructura clave, tan importante como una avenida, un puente o un sistema de desagües.

Este debate cobra especial relevancia en nuestra región. En América Latina, cerca de 500 millones de personas viven en ciudades, lo que representa casi el 80 % de la población total. Esta concentración urbana plantea un enorme desafío:
¿cómo integrar, preservar y restaurar la naturaleza en los entornos urbanos sin dejar a nadie afuera?

Santa Fe: agua, ciudad y memoria

Santa Fe es una ciudad marcada por el agua. El río, las lagunas, los bañados y los bajos forman parte de su identidad, pero también de su historia de catástrofes. Las inundaciones dejaron huellas profundas en la memoria colectiva y obligaron a repensar la relación entre urbanización y ambiente.

En este contexto nace y se consolida la Reserva Natural Urbana del Oeste, un espacio pensado, en primer lugar, para cumplir una función fundamental: disminuir el riesgo hídrico, actuando como área de amortiguación para evitar que el agua desborde hacia la ciudad. Es decir, la reserva no es un “lujo verde”, sino una herramienta concreta de gestión del territorio y prevención de desastres.

Pero como suele ocurrir cuando se planifican espacios naturales en zonas urbanas, el proceso no estuvo exento de tensiones y conflictos.

Conflictos, usos y realidades sociales

Eduardo Beltrocco nos explica que la reserva cumple un gran servicio ecosistémico, pero que también se encuentra atravesada por conflictos de intereses. En las cercanías de este espacio viven familias que históricamente utilizaron la zona para la caza, la pesca o la obtención de leña. Para muchos, esos espejos de agua y esos montes bajos eran —y en algunos casos aún son— una fuente directa de alimento e incluso de ingresos.

Aquí aparece una de las discusiones más complejas de la conservación urbana:
¿cómo proteger la naturaleza sin desconocer las realidades sociales que la rodean?

El dato sorprende: en los espejos de agua de la reserva existen más de 30 especies de peces, aun en un contexto de contaminación. Muchas personas encontraban allí su sustento diario. Además, Eduardo señala que no solo llegan efluentes pluviales, sino también descargas domiciliarias de barrios aledaños. Y sin embargo, pese a todo, la naturaleza encuentra la manera de abrirse paso.

Biodiversidad que resiste

Contra todo pronóstico, la Reserva Natural Urbana del Oeste se convirtió en el espacio con mayor cantidad de especies observadas de toda la ciudad de Santa Fe. Aves, peces, anfibios, reptiles y una gran diversidad de plantas conviven en un área que muchos imaginan degradada, pero que demuestra una enorme capacidad de resiliencia ecológica.

Eduardo, como observador de aves, lo vive en carne propia. Nos cuenta que cada recorrido trae una sorpresa nueva: especies que aparecen, otras que regresan, comportamientos que cambian con las estaciones. La reserva funciona como un refugio de biodiversidad, pero también como un corredor biológico en un entramado urbano cada vez más fragmentado.

Este tipo de espacios nos obligan a repensar una idea muy instalada: que la naturaleza solo existe lejos de las ciudades. La Reserva del Oeste demuestra que la naturaleza también está acá, conviviendo con calles, casas y barrios, y que necesita ser reconocida y cuidada.

Experiencias que inspiran

La experiencia santafesina no es aislada. A partir de proyectos como el Cinturón Ecológico Metropolitano de la ciudad de Guatemala y la propia Reserva Urbana del Oeste, organizaciones internacionales como Lufón Fansepoll Mundial, junto a la ONG guatemalteca FundaEco y la Municipalidad de Santa Fe, elaboraron recomendaciones clave para planificar la ciudad del futuro sobre una base ecológica.

Entre los principales lineamientos se destacan:

  • Mantener viva la memoria colectiva de las catástrofes, para actuar, prevenir y preparar a las sociedades frente a los riesgos climáticos.
  • Fomentar la planificación urbana liderada por especialistas en ecología y ambiente, con formación en gestión de espacios naturales.
  • Considerar las variaciones temporales y espaciales de las tramas verdes y azules, mediante seguimientos ecológicos constantes.
  • Garantizar un acceso equitativo a los espacios verdes, sin comprometer la protección de la biodiversidad.
  • Reconocer los espacios naturales como herramientas para controlar la expansión urbana.
  • Vincular democracia y ecología, promoviendo la participación de distintos actores sociales.

Educación ambiental: sembrar futuro

Uno de los aspectos más valiosos de la Reserva del Oeste es su rol educativo. El gobierno santafesino cuenta con un minibús educativo que traslada a niños y adolescentes de escuelas de la ciudad hasta la reserva. Allí, acompañados por guías, pueden recorrerla, conocer especies, entender cómo funciona el ecosistema y, sobre todo, vincularse emocionalmente con la naturaleza.

La entrada a la reserva es totalmente gratuita, y allí funciona un vivero que abastece a la ciudad, un Centro de interpretación, un puente que dirije un sendero de 1 km con cartelería sobre su flora y fauna, cuatro miradores, y un mangrullo para observar la reserva desde arriba. No es un detalle menor: la educación ambiental es una de las herramientas más poderosas para construir ciudadanía y conciencia ecológica.

Porque nadie cuida lo que no conoce, y nadie defiende lo que no siente propio.

Vivir en la ciudad también es vivir en la naturaleza

La Reserva Natural Urbana del Oeste nos interpela como sociedad. Nos recuerda que vivir en la ciudad no significa vivir de espaldas a la naturaleza. Muy por el contrario, significa aprender a convivir con ella, reconocer sus tiempos, respetar sus límites y entender que nuestro bienestar está profundamente ligado a su salud.

Tal vez el desafío más grande no sea técnico ni económico, sino cultural. Animarnos a mirar esos espacios que siempre estuvieron ahí y preguntarnos qué lugar les damos en nuestro proyecto de ciudad.

Porque, al fin y al cabo, la pregunta queda abierta:
si la naturaleza ya está haciendo su parte, resistiendo y regenerándose,
¿qué estamos esperando nosotros para acompañarla?

Bueno, mis queridos lectores, espero que les haya gustado tanto como a mí conocer este lugar. Ahora que sé que existe, cada vez que pase por la circunvalación voy a mirar con otros ojos y a admirar este espacio tan maravillosamente cuidado, pensado para el beneficio de toda la comunidad.

Nos reencontramos el próximo sábado con más historias y temas sobre nuestra querida tierra argentina.

Autor

  • Catalina Juliá

    Ingeniera Agrónoma, nacida en María Juana, pero desde hace 14 años vivo en San Justo, lugar que hoy siento como propio porque formé mi familia y también me desarrollé como profesional. Mi cercanía con el campo empezó desde muy chica. Vengo de una familia con raíces profundas en la actividad agrícola tambera, iniciada por mi abuelo, que llegó desde España.

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