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La historia del santafesino que le 'anticipó' el estallido de 2001 a De la Rúa

Era mayo del 2001, y faltaba un trecho más para que la olla a presión que era la realidad argentina en esos días, estallara. Por la crisis, un joven de la ciudad de Vera había migrado a Franck para trabajar de periodista. El entonces Presidente improvisó una conferencia en una estación de servicio local, y ahí, con una pregunta, el santafesino pudo advertirle a De la Rúa lo que terminó ocurriendo seis meses después.

— Juan José Storti

LUNES 20 DE DICIEMBRE DE 2021

La crisis del 2001 es quizás uno de los sucesos más trascendentes de la historia reciente del país. El estallido social fue el colapso de un modelo provocado por una década, o varias más, de historias que siempre vuelven: recesión económica, deuda externa, despidos y desocupación, el aumento de la pobreza, las recetas del FMI, y el Estado ausente.

Los hechos trágicos que comenzaron a gestarse con las restricciones al retiro de depósitos bancarios -con la imposibilidad de sacar el dinero ahorrado durante toda una vida- explotaron en las calles de las ciudades más importantes del país  el 19 y 20 de diciembre, fechas que se grabaron a fuego en la memoria colectiva de los argentinos y que cambiaron el significado de la “paz” de las fiestas de fin de año, hasta nuestros días.

La tensión social generada por los más de tres años de recesión ininterrumpidos, por el crecimiento sostenido de la pobreza –que escaló del 26,7% a poco más del 35% en ese período-, por el desempleo que trepó hasta el máximo histórico del 21%, llegó al extremo con el Corralito a principios de diciembre. La medida no solo significó el fin de los ahorros para cientos de familias, sino que también –lógicamente- afectó al comercio y a los demás sectores de una economía en llamas, tanto formal como informal.

El Estado de Sitio firmado por el presidente Fernando De La Rúa el 19 de diciembre precipitó aún más el álgido clima que se vivía, sobre todo en las principales ciudades, y la gente salió a la calle. “Piquete y cacerola, la lucha es una sola”, decía el clamor popular y trasversal, el grito de hartazgo de una clase media unida a los sectores populares que resuena hasta hoy. Esos sonidos vuelven cada tanto, una y otra vez, así como nos siguen viniendo a la mente las imágenes tan características del 2001: los saqueos, supermercadistas llorando porque perdieron todo, policías tirando balas de goma y de plomo a mansalva, las 39 víctimas fatales de la represión estatal, la renuncia presidencial y el helicóptero, la sucesión de presidentes en pocos días, como fichas.

Pero así como es diverso nuestro país, así de diversos fueron los ecos de aquella crisis, que se sintieron con fuerza, incluso, en el interior profundo, en los pueblos más atados a la ruralidad, más lejanos de los principales polos productivos, económicos y políticos, pero no por ello ajenos a la realidad común del país.

Es así que llegamos a esta historia que entrelaza la historia nacional con la de los poblados más alejados a ese Obelisco que tan bien ubicamos en las pantallas de la TV. Desde el Norte de la provincia de Santa Fe, un verense relata cómo se vivió el estallido del 2001 en el interior profundo, y cómo le pudo a anticipar a De La Rúa, con una simple pregunta, las jornadas trágicas que llegarían en diciembre.

Javier Barbona es un docente, activista social y militante político de la ciudad de Vera que por esas “causalidades de la vida”, a principios del 2001 fue a buscar una oportunidad laboral a la ciudad de Franck, en el sur de la provincia, como periodista del canal local. “Me fui en febrero de ese año porque la cosa estaba muy mal, se veía la recesión y la falta de oportunidades, así que me fui allá a trabajar”, recuerda.

Y por esas casualidades de la vida se hacía la MercoLáctea, en mayo de 2001, en la localidad cordobesa de San Francisco. En esa ocasión tuve la posibilidad de hacerle una pregunta al presidente De La Rúa. El Presidente vino hasta el Aeropuerto de Sauce Viejo, después se iba por Ruta 19, que ya estaba transformada en Autovía, por eso hacía ese recorrido. Paró en una estación de servicio de Franck y se hizo una conferencia de prensa. Se nos permitía una pregunta a cada medio, me anoté y le consulté qué opinión tenía de la carta de preocupación que había emitido la Conferencia Episcopal Argentina sobre la situación social y sobre un posible estallido”, dice Javier desde las instalaciones de La Quinta, un centro educativo y cultural al que asisten decenas de chicos y chicas de los distintos barrios verenses, fundado en 2001 como resultante de la crisis.

De la Rúa contestó que no, que eso no era así, que había cierto tremendismo en la carta. Siguió adelante con la conferencia, pero ya en abril y mayo de ese año la Iglesia argentina alertaba de lo que podía llegar a pasar. Yo estaba viviendo en Franck. Nos pagaban la mitad del sueldo en Lecop y la otra en pesos. En algunos casos era al revés, más de la mitad en Lecop y un porcentaje en pesos. Eso se arreglaba con la patronal. Había empresas lácteas o metalúrgicas importantes y la recesión se hacía sentir. Uno escuchaba los comentarios a la pasada. Y me imaginaba cómo la estaban pasando las demás localidades sin la  impronta productiva de esa zona”, recuerda sobre los elementos que impulsaron la pregunta, con forma de advertencia.

Estuve hasta unos días antes del estallido -agrega-. Renuncié a principios de diciembre de 2001, me fui a Córdoba, después volví a Vera con una propuesta de trabajo y ahí empezamos a formar institucionalmente lo que es La Quinta. Me acuerdo patente la tensión social que se vivía, donde uno iba lo podía percibir. La queja constante de la gente y todo lo demás”, rememora Javier, quien actualmente es concejal, por un partido vecinal llamado Sumemos Esfuerzos.

39 fueron las víctimas fatales del 19 y 29 de diciembre de 2001. De ese número, nueve son de distintas localidades de Santa Fe, 
y uno de la capital provincial: Marcelo Pacini, de apenas 15 años. Foto

Parte II

¿Cómo se vivió en el interior profundo aquel suceso que estalló, principalmente, en la capital del país?

El 19 de diciembre nosotros con la Comisión de La Quinta nos reunimos en uno de los salones de la Parroquia San Juan Bautista, era de mañana. Nos convocamos para definir el estatuto y el acta fundacional. Estábamos fundando un lugar, un espacio, una institución.  En ese momento fui a hacer fotocopias al kiosco que estaba en frente, y en un noticiero de Buenos Aires estaban pasando la represión terrible que se estaba dando allá, la pantalla se dividida en cuatro y mostraban también otras ciudades, las revueltas y los saqueos en Rosario, Córdoba, La Plata. Pero sobre todo hacían hincapié en Capital Federal.

Quedé azorado como todas las personas que estábamos en ese momento en el kiosco. Volví a la reunión y les conté lo que estaba pasando. Cada uno se fue para su casa para seguirlo desde allí. Era muy raro porque uno salía a la vereda en Vera y no se veía la revuelta que había en otros lugares, ni siquiera los saqueos. Pero sí veíamos la miseria, era algo que se podía percibir.

En ese momento trabajábamos socialmente en el barrio Santa Rosa. Íbamos todos los días y uno lo notaba en el hambre de los niños, en la desesperación de las madres, que nos contaban la situación que estaban viviendo. La situación era realmente dramática, si bien en los pueblos del interior se vivía de manera distinta. Pero se sentía que esto que estaba pasando a nivel nacional, iba a suceder en algún momento.

A lo mejor acá lo que logra que las cosas no estallen de la misma manera es la cercanía que uno siente con la gente, con el vecino, con el almacenero que te fía, con el que te da trabajo. Y a la hora de buscar respuestas, en lugar de salir a hacer una revuelta se te da por salir a pedir fiado para pasar la situación, o a hacer una changa.

Javier Barbona es docente y cuenta con una amplia trayectoria de militancia social y política en la ciudad de Vera. 
Es uno de los fundadores de la asociación civil La Quinta y actualmente ocupa una banca en el Concejo Deliberante local.

 


¿Cuáles crees que fueron las causas?

No sé si estuvo fogoneado, organizado o planificado por alguien. Pero lo que sí sé es que el caldo de cultivo estaba. La sociedad estaba muy cansada, agobiada, el sector medio y la clase baja, los más pobres, estaban realmente muy mal.

Nosotros participábamos de un espacio que eran Seminarios de Formación Teológica, organizado por el Centro Nueva Tierra, y en cada encuentro anual uno escuchaba las realidades de distintos protagonistas de las comunidades eclesiales de base. Y evidenciaban el termómetro de lo que la gente estaba padeciendo. Era algo que se veía venir. No sé si fue aprovechado por algún sector político, económico o empresarial.

Pero la sociedad en general estaba muy mal, y esa fue una de las causas del estallido. La gente no encontraba respuesta en el Estado, que se había corrido totalmente de su función. Lo puedo asegurar porque nosotros trabajábamos socialmente y la gente no sabía dónde pedir ayuda. Ni siquiera en el Estado local. Y las instituciones intermedias hacían lo que podían sobre todo desde lo alimentario, pero no alcanzaba porque había una crisis generalizada de todo.

No sé si se podría haber evitado, pero creo que siempre se puede evitar tocar fondo. Al principio la gente se esperanzó mucho con la llegada de la Alianza, nos esperanzamos, me incluyo, porque terminábamos con la década menemista que fue nefasta. La crisis del 2001 es hija directa de esa continuidad de los 10 años del remate del Estado por parte del menemismo, de la ruptura del tejido social y productivo del país. Eso termina eclosionando dos años después de la salida de Menem.

Pero el Gobierno de la Alianza siguió haciendo lo mismo, continuó con las mismas recetas y con los mismos actores. Cuando volvió Cavallo a Economía, ahí fue como el dato más significativo de que el rumbo no se había cambiado. El rumbo y los tripulantes seguían siendo los mismos. Y era inevitable entonces que pasara lo que iba a pasar. Eso sí se podía haber evitado.

Y la expectativa puesta en el Gobierno de la Alianza se transformó en una frustración enorme. Por eso cuando la gente sale a gritar a la calle “que se vayan todos”, nadie de la casta política salía a enfrentarlos, porque era algo contundente, que se sentía así y la gente así lo quería en ese contexto histórico. A nadie le daba la cara para salir a decir que la gente tenía o no razón. Y el ‘que se vayan todos’ se fue atenuando a punto tal que hoy tenemos los mismos actores de aquella época reciclados y otra vez en los lugares de decisión.


La Quinta, fundada originalmente como Quinta Liliane, es una asociación civil ubicada en el barrio Sección Quintas de la ciudad de Vera 
dedicada al trabajo educativo, cultural y recreativo, donde asisten chicos y chicas de distintos barrios verenses.



El fantasma del Fondo, ¿siempre vuelve?

No sé analizar la macroeconomía. Pero sí sé es que el Fondo tiene su propia lógica de funcionamiento. Creo que lo que pasó en el 2001 era como sabido por ellos, que tienen previsto lo que puede llegar a suceder. Inclusive, creo que lo que marcó que la gente saliera a la calle y dejara la vida le llevó a tomar conciencia a la gente que maneja el poder en los estamentos más altos, como los del  FMI, y a pensar programas de contención para esos sectores.

Ahí aparecieron los bonos solidarios, que por ese momento era de 150 pesos, que uno canjeaba por mercadería. Me acuerdo patente, estaba impreso en papel moneda y decía Bono Solidario. Después se trasformó en el Plan Trabajar, y a partir de ahí fueron cambiando de nombre y se incrementaron, esté quién esté en el Gobierno lo tiene que implementar, como una condición sine qua non. Ahí se ve de qué manera organismos como el FMI o el Banco Mundial siguen manejando los lineamientos de las políticas de los países, sobre todo del nuestro, y generando este tipo de sociedad.

Esto que estamos viviendo ahora es producto de eso. Ellos hacen los ajustes que son necesarios para que la maquinaria funcione, y les funciona.

¿Quiénes fueron las principales víctimas del 2001?

Creo que de la clase media para abajo todos fuimos las víctimas. La clase media fue a la que se le metió la mano en el bolsillo, con medidas como el Corralito, que generaron una gran desesperación. Ahí literalmente se veía que el poder se quedaba con tu dinero, lisa y llanamente.

Y a los sectores más pobres que la venían ya piloteando durante la década menemista, los sectores más populares, se les quitó lo básico que es la comida. Primero el trabajo, después la comida. Proliferaron un montón los comedores populares, las ollas populares, y de la mano de esto los retiros voluntarios, que eran despidos encubiertos, una mentira pergeñada para achicar el Estado a su mínima expresión. Para que las patronales puedan despedir sin ningún tipo de problema. Eso generó una gran complicación social, cultural y económica. Y los que ponen los cuerpos en las crisis siempre fueron los sectores más pobres.

Nosotros trabajábamos en el área de discapacidad, y la gran cantidad de niños y jóvenes con discapacidad producto de la cuestión ambiental, es decir, que no nacieron con antecedentes genéticos sino que quedaron discapacitados por falta de una buena alimentación o una buena atención médica, o una buena higiene ambiental. Ellos pusieron sus cuerpos.

En la provincia no estuvimos ajenos a la gran represión que se vivió a nivel nacional. El caso más emblemático fue el de ‘Pocho’ Leprati en Rosario. Pero hubo un montón de muertos más -39 a nivel nacional, nueve en la provincia-. Esa muerte causó un antes y un después. En ese momento el Estado de Sitio les daba garantías a las fuerzas de seguridad para poder disparar sin ningún tipo de problemas.

Y del otro lado estaban los sectores populares movilizados, gente que nunca había sentido la necesidad ni sabía cómo era participar de una movilización, llevados por la desesperación.

Fueron reprimidos y muchos de ellos fueron asesinados, hechos sobre los cuales nunca se dictó sentencia. Y muchos de esos funcionarios murieron impunes como Carlos Reutemann, o los jefes de policía y los ministros de Seguridad de esa época, o como Aníbal Fernández que nuevamente está en la escena –era Ministro de Trabajo de provincia de Buenos Aires en 2001-. Estas cosas tenemos que replantearnos y ver cómo de qué manera el círculo vuelve a cerrar.

 

Reciclados. Dirigentes de varios partidos sobrevivieron al “que se vayan todos”. 
Foto: De La Rúa junto a su ministro Ricardo López Murphy; de fondo, la entonces ministra de Trabajo, Patricia Bullrich.




Emergentes de la crisis

Uno de los emergentes de la crisis fue la institucionalización de algunas cosas, como los programas sociales, que van cambiando de nombre, pero que sirven para atender a los sectores a los que no se les pueden dar las respuestas  que están esperando, como el trabajo pleno para todos, los derechos. Los retiros voluntarios, los programas sociales, las asambleas sociales que se siguen manteniendo o que se han trasformado en instituciones u organismos.

Otro emergente es que la clase poderosa se dio cuenta de que puede llegar al poder político y para eso prepara sus propios integrantes. Ya no tienen que depender de Golpes de Estado o de cosas que pasaban en la década del ’70 para atrás. Se crea el marco legal para inclusive robar sin ningún tipo de sanción. Lo que pasó con el Corralito en el 2001 y con otras medidas, así como se les robó a las clases medias o medias altas en sus ingresos, también a los sectores populares se les robó la dignidad, el trabajo, la posibilidad de la proyección y el ascenso social, que en otros momentos fueron el emblema de la Argentina. Eso dejó de ser.

¿Aprendimos algo del 2001? ¿Qué pasó después?

Creo que después del 2001 sí hubo no sé si una toma de conciencia o apareció un sector de dirigentes, o se les dio lugar a un sector de la dirigencia que ya existía, y tomaron una postura más nacional. De tomar nosotros un proyecto de país productivo que encaje de otra manera, sin tanta receta de afuera, o direccionismo de afuera.

Creo que eso se vivió al principio, o en los primeros tiempos. Fueron momentos totalmente distintos, de tratar de recomponer el tejido social, pero algunas cosas quedaron como establecidas. Como los programas sociales o el rol de Estado ante determinadas situaciones. Costó, cuesta y va a costar un montón, porque se sigue machacando con el discurso de que el Estado tiene que ser lo más reducido posible y que el mercado sea el que regule todo.

Mientras eso siga pasando, el proyecto más nacional va a encontrar limitantes muy fuertes, porque hay a través de los medios un gran sector de la sociedad que piensa eso, por más que sean sectores populares, piensan que realmente es así.

No sé si se desaprovecharon oportunidades, en algunos casos sí, en algunos casos se han personalizado demasiado los proyectos políticos, y con eso pasa que cada vez que una persona se muera o sea cuestionada, hace que el proyecto político deje de ser viable. Ahí puede estar el error: hasta que un proyecto político no sea  sentido, defendido y militado por la gente en general, no va a prosperar porque va a finalizar o a morir con los personalismos. Ese creo que es uno de los errores que se cometen permanentemente.


Menem y el director del FMI, Michel Camdessus, en 1997.

Macri con la directora del FMI, Christine Lagarde, en 2018.


Pero ahora creo que se ha vuelto a las recetas del Fondo, al yugo de los organismos internacionales. A pesar de que desconozco cómo se maneja la macroeconomía, pero sí uno puede ver en qué han terminado las recetas que aplican estos organismos internacionales en distintos países. Creo que hasta es inherente al mismo sistema que terminen en situaciones de crisis profundas tanto sociales como económicas y culturales en los distintos pueblos.

No pasa lo mismo en los países donde tienen claro y establecido que sus normas no se tocan, que sus intereses nacionales no se tocan. Entonces, estos organismos aplican sus recetas en los países donde a costa de un préstamo se entrega la soberanía. Hoy estamos en esa instancia nuevamente.

Y la relación de fuerzas que se da para que estas cosas sucedan nuevamente tienen que ver con la dirigencia política, con que hay gente convencida que esto debe ser así y para lo cual no solamente milita sino que también se postula y ocupa cargos desde lo legislativo y también desde el Ejecutivo.

Que Mauricio Macri llegue a ser presidente no es un dato menor. Es más, se dieron cuenta que es perfectible. Porque a Macri lo padecimos no solamente nosotros sino también aquellos que lo sostenían. Porque a veces salía con cosas que le hacían gastar mucho dinero en los medios para revertirlas.

Y ahora se dieron cuenta que eso es perfectible. Que hasta ellos mismos pueden crear sus propios dirigentes que van a tener mucha más aceptación por parte de la sociedad. Entonces eso es lo que por ahí preocupa. Si se establecen los pagos al Fondo como se viene haciendo habitualmente, no solo en nuestra realidad sino también en la de otros países, con las recetas que el Fondo establece, creo que no hay buenas perspectivas para los sectores populares y ni siquiera para la clase media, que por ahí se cree salvada en ciertas cosas.

Creo que las cosas se pueden volver a repetir si no tomamos conciencia y protagonismo, es decir, no se trata solo de tomar conciencia y quedarme mi casa, sino un compromiso de participación  y dar las peleas donde hay que darlas. Pero peleas preventivas, porque las revueltas llegan cuando el daño ya está hecho. Y eso es lo que tenemos que evitar, porque si no es como que siempre empezamos nuevamente después del daño. Y eso desgasta y hace que las expectativas de futuro se vayan disipando.

Por eso mucha gente vuelve a creer que este lugar en inviable para vivir. En realidad es inviable porque nos quieren hacer sentir así. Porque si fuera inviable, aquellos que se están llevando la mayor parte de la torta ya se hubieran ido hace mucho. Por algo no se van, se quedan acá pero gran parte de esa torta la mandan afuera para que no genere riqueza en el país ni tribute acá.

De todos modos, creo que siempre que tengamos memoria, que siempre que podamos reconstruir aquello que pasó históricamente en lo cercano y pasárselo a las nuevas generaciones, porque hay gente que no vivió eso o fueron muy chicos. Tenemos que hacer hincapié en que las nuevas generaciones conozcan y sepan lo que pasó para que no se vuelva a repetir. En ese sentido yo tengo esperanza de que más allá de los medios hegemónico y de las intencionalidades, la Educación es una de las herramientas que sirven para que se pueda enseñar lo que pasó en la historia de este país, de lo más antiguo a lo más presente, para que realmente sepamos qué es lo que queremos realmente como sociedad.

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