Cada 6 de agosto, ingenieros agrónomos y veterinarios de todo el país celebran su día. No es casualidad que ambas profesiones compartan la fecha: el motivo se remonta a un hecho clave en la historia de la educación agropecuaria argentina.
En 1883, en Llavallol, provincia de Buenos Aires, abrió sus puertas el Instituto Agronómico Veterinario de Santa Catalina. Fue la primera institución académica de la Argentina —y una de las pioneras en América Latina— destinada a la formación de profesionales en agronomía y veterinaria. Su creación respondió a la necesidad de impulsar el desarrollo agrícola y ganadero del país, pilares de la economía de fines del siglo XIX.

En sus primeros años, el instituto formaba a agrónomos y veterinarios bajo un mismo plan de estudios, ya que ambas disciplinas estaban profundamente vinculadas: el cuidado de los animales y la producción vegetal eran parte de un mismo sistema productivo. Con el tiempo, las carreras se independizaron y se crearon facultades específicas, pero la fecha de inauguración del instituto quedó como símbolo para ambas.

Hoy, más de 140 años después, el 6 de agosto no solo es una oportunidad para rendir homenaje a quienes dedican su vida al campo y la salud animal, sino también para recordar la importancia estratégica de estas profesiones en la seguridad alimentaria, el desarrollo sostenible y la economía nacional.
