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Cristina, Massa, Perotti y la inconveniencia de comer vidrio

El rol de la vicepresidenta y del gobernador santafesino en la gestación del nuevo superministro. Las demoras de Alberto y el miedo al incendio, que no es zonzo.

— Gustavo Castro

VIERNES 29 DE JULIO DE 2022

La designación de Sergio Massa en Economía supone una intervención a cielo abierto al gobierno de Alberto Fernández por parte de protagonistas con peso propio del Frente de Todos, como Cristina Fernández de Kirchner, el propio tigrense y los gobernadores, quienes advirtieron que el abismo estaba demasiado cerca como para seguir tolerando las proverbiales indefiniciones y demoras presidenciales.

Si los cambios habían sido consensuados días atrás con Alberto es a esta altura irrelevante. Lo cierto es que sus exasperantes tiempos fueron barridos esta vez por sus socios, que no sólo ven que su capital político se esfuma por decisiones en las que no participan sino que también tienen todas las alarmas sonando por el desquicio del dólar y la inflación, que en las últimas semanas detonó un severo parate económico por falta de precios y agravó aún más el pésimo humor social imperante desde hace ya largo tiempo. Al punto, incluso, de ponerse en duda la estabilidad institucional, más allá de los conspiradores que nunca faltan.

El miércoles, los avisos de que la tolerancia estaba extinta empezaron a aparecer como hongos. En algunos casos, en formato de publicaciones periodísticas que señalaban un supuesto “efecto Massa” en la suba de bonos argentinos. En otros, ni siquiera fue necesario recurrir a la operación mediática: Martín Insaurralde pidió abiertamente por la llegada del presidente de la Cámara de Diputados al gabinete nacional. No es cualquier dirigente: es la referencia de los intendentes del conurbano bonaerense, jefe de gabinete de Axel Kicillof y socio estrecho de Máximo Kirchner.

Por si faltaba algo, los gobernadores peronistas se reunieron en la tradicional sede del Consejo Federal de Inversiones con la consigna de exigir cambios dramáticos e impostergables. Fueron convocados en paralelo por el presidente para evitar la intimación, que se concretó igualmente con idéntica o mayor dureza a la prevista, aunque en privado.

Antes del mediodía siguiente, con el rumoródromo estallado y ya con la destratada Silvina Batakis en suelo argentino, Omar Perotti salió a pedir públicamente la incorporación de Massa al gobierno. Sea porque vio venir la ola y la quiso surfear primero, porque la quiso generar él mismo o por ambas opciones, el gobernador apretó el gatillo de su cuenta de twitter y activó acciones similares en dirigentes de variado pelaje, incluido su colega entrerriano Gustavo Bordet.

El intento de explicar esta decisión del mandatario santafesino en sus presuntos alineamientos nacionales asoma inconducente. Perotti se mueve con personalísima autonomía y entiende que allí reside en buena medida su consistencia política. Es esa una de las razones por las que construyó una frondosa solvencia fiscal en la Provincia. Es ese uno de los argumentos por los que se diferenció una y otra vez cuando las decisiones económicas de la Casa Rosada chocaban con los intereses del sector agropecuario, de obvio poderío en Santa Fe.

A propósito, resulta extraño que aún persista la pretensión de que el perfil “pro campo” del rafaelino se origine simplemente en su pertenencia al o dependencia del sector. Conviene, en ese sentido, revisar una historia no tan lejana. El 12 de enero de 2003, bajo el título “María Antonieta”, el periodista Horacio Verbitsky escribió en Página 12 que Néstor Kirchner era un “lobbysta de las multinacionales petroleras” porque “secundado por los gobernadores de Neuquén, Jorge Sobisch; de Mendoza, Roberto Iglesias, y de Chubut, José Luis Lizurume, fue el vocero de Repsol contra las retenciones a las exportaciones de hidrocarburos decididas en aplicación de la ley de emergencia económica”.

Es evidente que el recordado pingüino, que meses después empezaría a cambiar la historia argentina, no es equiparable a Perotti, pero sí es posible identificar con este ejemplo uno de los intereses primarios de cualquier jefe territorial: la defensa de su aparato productivo. Y de su correspondiente vínculo electoral, por supuesto.

Ello no significa que un gobernador jamás se alejará de esa posición cuasi natural. En todo caso lo hará cuando observe que el beneficio de hacerlo es mayor. O cuando advierta que el costo de no hacerlo es más alto. En ese aspecto, quizás lo más adecuado sería preguntarse por qué Perotti abandonaría su redituable postura histórica para abrazarse a un presidente cuyo poder se devalúa en paralelo al castigado peso argentino.

Como para ratificar la inconveniencia de los análisis lineales, es necesario señalar que nuevamente el mandatario santafesino termina jugando en el mismo equipo que Cristina. No porque se amen. Tampoco porque adoren a Massa. Mucho menos porque confíen en él. Simplemente porque tienen claro lo escasamente recomendable que es la ingesta de vidrio.

*El autor del artículo es periodista y se desempeña como columnista en diferentes medios. 

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