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Opinón

Drones en el agro: cuando la tecnología vuela sobre el girasol

Para muchos, ver volar un dron sobre un lote parece algo simple y rápido. Pero detrás de esos pocos minutos de vuelo hay un trabajo previo muy técnico y meticuloso.

Hola, mis queridos lectores de LT9, ¿cómo están?
Les cuento que la inspiración para esta columna surgió, como tantas veces, en una charla de esas que nacen después de la recorrida semanal de los lotes. Pablo y yo veníamos repasando lo que habíamos visto: un lote de girasol golpeado por una pedrada fuerte que había dejado un bajo stand de plantas. En ese contexto, estábamos evaluando aplicar un estimulante foliar para favorecer la floración y ayudar al cultivo a expresar su potencial. Pero había un detalle importante: no queríamos seguir perdiendo plantas por el pisoteo del equipo terrestre.

Y ahí surgió la idea: ¿por qué no aplicar el producto con un dron?

La propuesta no tardó en entusiasmarme. En ese mismo instante pensé: esta experiencia la tengo que compartir con mis lectores.
Porque detrás de cada innovación que llega al campo hay una historia de curiosidad, de prueba y error, de personas que se animan a dar el salto tecnológico sin perder la esencia agronómica.

Así fue como me puse en contacto con el ingeniero agrónomo Nicolás Magallanes, uno de los referentes en aplicaciones con drones en el centro-norte santafesino, quien nos abrió las puertas de su emprendimiento AgroInnovaTech, con base en San Justo.

AgroInnovaTech nació como una sociedad entre padre e hijo, impulsada por el deseo de innovar y ofrecer soluciones tecnológicas concretas al productor de la región.
Nicolás nos cuenta que, en sus inicios, nunca pensó que los drones pudieran convertirse en una herramienta viable dentro de su empresa. Pero el tiempo, la demanda y su curiosidad lo fueron empujando hacia esa dirección.

“Cuando empezó toda esta movida de los drones, sinceramente no lo veía factible —nos dice—. Pero después se me presentó un negocio, una oportunidad concreta de probar, y no lo dudé. Siempre me interesaron las tecnologías, así que aposté a meterme de lleno en este terreno”.

En noviembre de 2024 adquirió su primer dron agrícola DJI Agras T40, y casi un año después, en septiembre de 2025, sumó a su flota el flamante T100, una máquina de última generación que duplica la capacidad operativa y mejora la eficiencia en cobertura y estabilidad.

Su equipo de trabajo está cuidadosamente armado: una camioneta equipada con tanque de agua, dos generadores, un mixer para preparar las mezclas y todos los implementos necesarios para operar en el campo. En función de la superficie a cubrir, deciden si trabajan con un solo dron o con ambos.

“Llegamos al lote, y lo primero que hacemos es definir dos cosas: el plan de vuelo y el plan de aplicación”, explica Nicolás.
El plan de vuelo establece la altura respecto al cultivo y la velocidad de desplazamiento. El plan de aplicación, en cambio, determina el ancho de trabajo, el tamaño de gota y el volumen de caldo a aplicar.
Una vez cargados estos parámetros en el sistema, el dron ejecuta la tarea con precisión milimétrica, aunque el operador puede ajustar en tiempo real variables como velocidad o altura. Lo único que no se puede modificar durante la ejecución es el ancho de trabajo.

Ventajas y usos en cultivos extensivos

El principal servicio que ofrece AgroInnovaTech son las aplicaciones en cultivos extensivos, especialmente en situaciones donde se busca evitar el pisoteo y las pérdidas de plantas que suelen ocasionar las pulverizadoras tradicionales.
Pero no es la única razón que impulsa a los productores a optar por drones. Otro motivo frecuente es la falta de piso, una limitante muy común en los períodos de lluvias, cuando las máquinas terrestres no pueden ingresar al lote sin riesgo de empantanarse.

“Muchas veces nos llaman cuando hay que hacer un control urgente y no se puede entrar con la pulverizadora —comenta Nicolás—. Ahí el dron se convierte en una herramienta clave: rápida, liviana y precisa”.

A pesar de las ventajas, Nicolás es muy claro en su visión:
“El dron no viene a reemplazar ni al avión ni al aplicador terrestre. Es una herramienta más, que complementa y amplía las posibilidades del productor. Cada sistema tiene su lugar. Lo importante es entender en qué situaciones conviene usar cada uno”.

Y esa mirada integral, tan agronómica, es lo que hace que la tecnología se inserte de manera equilibrada en los sistemas productivos. Porque no se trata solo de tener la última máquina, sino de saber cuándo y cómo usarla.

La logística detrás del vuelo

Para muchos, ver volar un dron sobre un lote parece algo simple y rápido. Pero detrás de esos pocos minutos de vuelo hay un trabajo previo muy técnico y meticuloso.
Nicolás nos detalla algunos de los aspectos que definen la eficiencia del trabajo:

  • Cada batería dura 8 minutos de vuelo, y en cada vuelo se pueden cubrir alrededor de 8 hectáreas.
  • Con el T100, la capacidad operativa promedio ronda las 30 a 35 hectáreas por hora, aunque esa cifra puede variar según el tipo de lote, la densidad del cultivo y la presencia de obstáculos (árboles, alambrados, torres, etc.).
  • La planificación del recorrido y las condiciones ambientales (especialmente el viento) son claves para lograr una aplicación uniforme.

“Cuando el lote tiene muchos obstáculos, el rendimiento baja —aclara—. Pero con práctica y una buena configuración del plan de vuelo, se puede trabajar de manera muy eficiente y segura”.

El control remoto de los equipos permite además ajustar las trayectorias y monitorear en tiempo real el comportamiento de las boquillas, la presión y el caudal.
Todo se registra digitalmente, lo que abre la puerta a la trazabilidad de las aplicaciones, un valor cada vez más demandado en la agricultura moderna.

Lo que viene: siembra y fertilización aérea

AgroInnovaTech ya está proyectando un nuevo paso: incorporar kits de siembra y fertilización para drones.
Hoy su actividad se concentra exclusivamente en aplicaciones líquidas, pero Nicolás está convencido de que el futuro va más allá.

“Estamos evaluando sumar el kit para siembra aérea de cultivos de cobertura y fertilización sólida —anticipa—. La idea es seguir ampliando la gama de servicios y aprovechar al máximo el potencial de estas máquinas”.

Ese tipo de tecnología permitiría, por ejemplo, sembrar vicia o centeno en maíces de segunda antes de la cosecha, o aplicar fertilizantes foliares sólidos en zonas inaccesibles para los equipos terrestres.

El desafío, como siempre, es lograr el equilibrio entre inversión, capacitación y demanda del mercado. Pero lo que está claro es que la agricultura del futuro ya está despegando, y que los drones son una de sus alas más prometedoras.

La importancia de la regulación y la capacitación

Uno de los puntos que Nicolás considera más importantes para el desarrollo de esta actividad es la necesidad de contar con una reglamentación clara y uniforme.
Actualmente, las normas para operar drones agrícolas varían según la zona, lo que genera incertidumbre y limita la expansión de los servicios, especialmente en áreas periurbanas.

“Sería clave contar con una regulación que nos dé un marco legal y nos permita trabajar en más zonas —explica—. Hoy hay mucho interés en usar drones cerca de pueblos o en producciones periurbanas, donde no se puede entrar con pulverizadoras o aviones. Pero sin reglas claras, esa oportunidad se frena”.

A la par, resalta la importancia de la capacitación técnica.
“Esto no es un juguete —dice con una sonrisa—. El dron es una herramienta profesional que requiere formación, criterio agronómico y responsabilidad. Usada correctamente, puede marcar la diferencia entre una aplicación eficiente y un error costoso”.

Un cierre personal

Mientras escuchaba a Nicolás, pensaba en aquel lote de girasol castigado por la piedra, y en cómo cada golpe de la naturaleza puede transformarse en una oportunidad para innovar.
El campo argentino siempre se caracterizó por su capacidad de adaptación. Cada nueva tecnología —desde la siembra directa hasta los drones— encontró su lugar gracias a la creatividad y el empuje de sus protagonistas.

Hoy los drones no solo representan eficiencia o precisión: también simbolizan un cambio cultural, una manera de mirar el trabajo rural desde otra altura.
Y cuando la tecnología se usa con criterio agronómico y sentido común, se convierte en una aliada poderosa para cuidar el suelo, los cultivos y el futuro de quienes los trabajan.

Así que, queridos lectores, la próxima vez que vean un dron volando sobre un lote, no piensen solo en un aparato tecnológico.
Piensen en lo que representa: la fusión entre tradición e innovación, entre el saber del campo y la curiosidad por lo nuevo.

Porque en definitiva, el agro argentino siempre fue eso: una historia de hombres y mujeres que se animaron a mirar el horizonte… y esta vez, también, desde el cielo. Los espero el próximo sábado.

Autor

  • Catalina Juliá

    Ingeniera Agrónoma, nacida en María Juana, pero desde hace 14 años vivo en San Justo, lugar que hoy siento como propio porque formé mi familia y también me desarrollé como profesional. Mi cercanía con el campo empezó desde muy chica. Vengo de una familia con raíces profundas en la actividad agrícola tambera, iniciada por mi abuelo, que llegó desde España.

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