El Misionario norteamericano Lawrence Lovasik expresó en unos de sus libros dedicados a la bondad, que "la práctica de la paciencia hacia el otro, el pasar por alto los defectos del otro y el soporte de las cargas de los otros es la condición más elemental de toda actividad humana y social en la familia". A lo que podemos agregar que una familia no se mide por el número de miembros, sino por la UNIÓN que hay en ellos. Estas citas relacionadas con la raigambre de la familia tradicional y que se instalan en un lugar preponderante de la filosofía las podemos trasladar a un lugar mucho más mundano y terrenal como lo es una Comisión Directiva de un determinado club, que en definitiva son integrantes de una familia unidos por el amor a ciertos colores y por la pasión. 

Este preámbulo está dirigido a revelar lo ocurrido en el palco oficial del Club Atlético Unión, luego del encuentro frente a Talleres, cuando dos dirigentes rojiblancos se tomaron a golpes de puños para dirimir una disputa relacionada con los intereses de su querida y amada institución, o bien, con intereses personales que se relacionan con problemas internos que siempre estuvieron en la superficie pero que nunca fueron desterrados. Esto también demuestra que cuando los resultados deportivos no son los esperados fluye todo aquello que está emparentado con la negatividad. Y ese accionar resalta mucho más los errores cometidos y desempolva los entuertos que están a flor de piel. 

Está claro que esta C.D. unionista arrastra situaciones complejas entre sus componentes de bastante tiempo a esta parte. Celos y composturas disímiles que por lo general ocurren en todas las comisiones de clubes futboleros, pero que en el caso particular de Unión han tenido una relevancia particular con el hecho vivido el domingo último. Y lo más preocupante es el tratamiento que uno de los dirigentes le dio al otro en cuestión. Tratarlo de "buchón" y responsabilizarlo de "ventilar" al periodismo lo que se trata en las reuniones de Comisión Directiva revela el grado de deterioro que existe en la relación humana de determinados componentes de dicha Comisión. En su momento el propio presidente Spahn se había referido a esta situación denostando con vehemencia a quien o quienes fueron indiscretos e hicieron conocer intimidades inherentes a una reunión que debían quedar entre sus participantes. Ayer, tras el resultado negativo y la falta de rumbo futbolístico afloraron los resentimientos que por lo general quedan escondidos en épocas de bonanza. Unión no logra zafar de situaciones incómodas en lo futbolístico y en lo institucional, y transita un camino con más dudas que certezas ante ciertas determinaciones que son cuestionables en, por ejemplo, la conformación del plantel. 

Es una verdad de Perogrullo que el corazón del bienestar de un club de fútbol son los equipos que brindan resultados positivos. A ese corazón tiene que atender Unión. Seguramente el Presidente habrá tomado nota de lo ocurrido para asumir decisiones que aclaren un panorama que se muestra gris y preocupante. Y que sus pares entiendan que el mejor acompañamiento son, más allá de los disensos, la lealtad y la convicción para buscar objetivos de calidad que hoy están alejados de la realidad rojiblanca.

La rebelión del palco debe servir como ejemplo para transitar una ruta diferente.